Juan Carlos vuelve como un guiri más al que fue su reino durante décadas. El emérito vuela de Abu Dabi a Sanxenxo después de 2 años escondido de la ciudadanía y de la justicia, justamente el trayecto a la inversa que hizo aquel agosto de 2020, cuando puso pies en polvorosa. No lo hace, claro, para ofrecer explicaciones, pedir disculpas o restituir todo aquello de lo que se le ha acusado (que no juzgado, gracias a sus amigos de los tribunales). Lo hace para pegarse un homenaje con los colegas de regatas, como si aquí no pasara absolutamente nada. Este es el nivel del personaje. Un viaje de placer que tendrá como colofón un breve encuentro familiar en La Zarzuela, el enésimo papelón de su carrera. En Galicia le espera un baño de masas juancarlista, el sector más rancio de la monarquía española. Pero vaya, que si piensa que su estancia será un paseo militar, lo lleva claro. Le silbarán los oídos más a menudo de lo que piensa.
El modus operandi del monarca y "padre de la democracia", siempre entre unas comillas bien grandes y bien irónicas, es excepcional. Ha esperado a que pasara la tormenta en la jaula de oro de sus benefactores árabes, lloriqueando "pobrecito de mí", "quiero volver", "me aburro" y lamentaciones por el estilo. Y cuando decimos pasar la tormenta, queremos decir el tiempo necesario para que la Fiscalía archivara cualquier causa punible con argumentos tan juiciosos como "ha prescrito" o "no puede responder judicialmente porque es inviolable". Cuando los togados han hecho el trabajo sucio, ahora sí, avión privado y a pasearse como un campeón por el país al que ha engañado. Su única causa abierta está en Londres, y a pesar de que es fea (acoso a la examante Corinna) y que no podrá zafarse como ha hecho en España, al tratarse de una demanda civil no sufre por acabar con una condena de prisión. Lo arreglará con un acuerdo extrajudicial para no tener que dar más explicaciones y pagando una morterada para taparlo. Dinero que, por otra parte, todos sabemos de dónde saldrá, ¿verdad?
Así pues, las dos españas vuelven a estar más divididas que nunca, mientras el jet del emérito se acerca peligrosamente a la península. Alegría y gozo españolista cavernícola, estupor e indignación de aquellos con un mínimo de sentido de la dignidad. El problema no es que vuelva, no. Es cómo lo hace y con qué objetivo. Pasárselo de coña, punto final. El resto le importa un rábano. O hace ver que no le preocupa, claro. Pero las voces que lo destrozan y lo sentencian son incontables. Algunas de ellas pertenecen a auténticos líderes de opinión, como el presentador catalán más famoso del Estado. El más seguido, a pesar de la bajada de las audiencias de sus programas. Hablamos de Jorge Javier Vázquez, que no ha callado ante el despropósito, el penúltimo, que está perpetrando el Borbón y su grupo de aduladores. El de Badalona no lo soporta. Y tiene buenas razones, como las que explicó en Sálvame horas antes de la publicación del famoso comunicado anunciando su vuelta. "Me parece muy poco serio volver a España después de todo en un acto de placer. Siempre ha puesto el placer por encima de todo".
Jorge alucina en colores con la poca vergüenza que emana la situación que estamos viviendo. Y se dirige a los periodistas que se han acreditado para cubrir la visita, proponiéndoles la pregunta que todo informador tendría que hacer al emérito. Una que seguro que irrita a los seguidores del Borbón y de la propia Corona. "Espero que los periodistas le puedan hacer preguntas, porque antes como era rey no se podía. Por ejemplo "¿se considera un rey corrupto?". Esta es buena, es la pregunta. Pero vaya: no imaginamos a los profesionales de los medios jugándose su puesto de trabajo incomodando a Juan Carlos, ni tampoco al huido ofreciendo ninguna respuesta convincente. Tampoco ningún discurso u homilía, como aquellas clásicas del 24 de diciembre: "Igual que hacía los discursos de nochebuena diciéndole a todos los españoles que fueran leales y ejemplares, ahora que dé sus explicaciones a los españoles".
Haz click en la imagen para oír las palabras de Jorge Javier Vázquez:
España vuelve a sacar la pandereta a pasear para saludar a su personaje más amado... y menos recomendable. No es bienvenido, "majestad".