Nunca se ha escondido: a Jorge Javier Vázquez siempre le ha gustado la fiesta y la noche. Alguna vez, incluso, los excesos. En todo caso, las escapadas nocturnas han sido una de sus alternativas de ocio favoritas desde que era muy joven, cuando era un estudiante de la facultad de Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, y ni se podía imaginar el éxito ni la fama que conseguiría. De eso ya hace 30 años, precisamente la época en la que nació una discoteca muy popular de la capital catalana y que ha cerrado sus puertas por la pandemia: la Metro. Famosa por ser una de las primeras clubs gais de Barcelona, en una época en la que empezaban a resquebrajarse los prejuicios contra la libertad sexual. La Metro era una espacio de libertad y de desenfreno, refugio y sitio de recreo al mismo tiempo. Vázquez la disfrutó durante mucho tiempo (la tenía junto a las aulas) y ahora, cuando ha cerrado las puertas para siempre, la recuerda con melancolía. Uno de sus sitios favoritos de la Barcelona de su juventud desaparece, pero los recuerdos están vivos.
El badalonés explica en 'Lecturas' sus primeras incusiones en la Metro, a la que iba solo y con cierto sentimiento de vergüenza por dos razones: "primero porque no tenía amigos gays y segundo porque a mi me ha encantado salir de marcha sin compañía. Es la manera ideal para conocer gente". Eso de conocer caras nueva siempre ha sido trabajosísimo para el de Telecinco: todavía peor ahora, con la popularidad y las aplicaciones para ligar. El caso es que "aprovechaba que por la calle no venía nadie para meterme dentro. Así evitaba miradas maliciosas. Y luego ya dentro me pedía un gin-tonic, o dos, o tres –los necesarios para que se me fuera la vergüenza e intentaba ligar, porque yo siempre he salido con el objetivo de irme en la cama con alguien. Asocio mi despertar sexual a esa discoteca". Aunque con cierto romanticismo e ingenuidad, esperaba mucho más que un "aquí te pillo aquí te mato": "¿Me enamoraré? ¿Encontraré por fin al hombre que me saque de las calles y no me obligue a salir cada fin de semana?". Parece que no fue así, viendo su currículum de relaciones. Pero se lo pasó de fábula. "Recuerdo salir de ella a las seis de la mañana y coger un taxi que me llevara en Badalona muy caliente, casi húmedo, como la ciudad. O salir sobre las dos o las tres con algún ligue, acabar en su casa y después de terminar la tarea apresuradamente volver a la mía y entrar sin hacer mucho ruido para que mis padres no se despertasen. Casi nunca lo lograba". La frase que le decía el padre parece acertada: "Qué horas de llegar, menudo juerguista".
Las luces (pocas) de la Metro se apagan para siempre y Vázquez no puede evitar echarla de menos: "como todo lo importante, he amado y odiado a Metro. 30 años después la recuerdo con una sonrisa. Vuelvo a esa juventud que me empujaba a pensar que todos esos cuarentones que veía en la discoteca eran unos desgraciados por no haber encontrado ese amor de su vida". La vida le ha enseñado que estaba equivocado.