José Luis Martínez Almeida ya es oficialmente un hombre comprometido. Señoras del mundo, a dispersarse, el soltero de oro ya no está en el mercado. El alcalde de Madrid se casará el próximo mes de abril con Teresa Urquijo, una joven aristócrata de 28 años emparentada con los Borbones. Han celebrado la petición de mano este sábado, en una finca en Navalagamella, a 25 kilómetros de la capital de España. Una fiesta con amigos, familiares e íntimos de la pareja. El político, contentísimo de la vida, llegaba en su vehículo particular: un Mercedes rojo. El color no es casual: es el favorito de los solterones. Pronto le tocará cambiar de coche y de tonalidades. En general, tendrá que hacer un cambio. Así no puede seguir.

Con 48 años, Almeida no es el prototipo de novio soñado para una persona random. No sería un príncipe azul, tiene sus cositas. Y ya no es su cargo de primer edil del ayuntamiento más grande del Estado, ni una figura relevante del Partido Popular, no. Es que tiene todos los tics de un hombre a quien la soledad y la falta de relaciones duraderas han pasado factura. Durante las últimas semanas, los testimonios y las evidencias de un estilo de vida incompatible con el de encontrar pareja se han ido sucediendo. Que si una nevera penosa con fruta escasa y podrida, que si un apartamento que hace llorar, que si un armario que acaba cometiendo una "injuria a la Corona"... No hay remedio. Está claro, sin embargo, que Teresa o se quiere ganar el cielo, o tiene un gusto ignoto para la mayoría de los mortales. Que sí, que el amor es ciego. Pero tiene otros sentidos en funcionamiento. 

Almeida coche EP
Almeida en coche / Europa Press
Almeida Teresa Urquijo GTRES
Almeida y Teresa Urquijo / GTRES

Como por ejemplo, el tacto. Resulta que, repasándo las poquitas instantáneas del evento, hay un par de fotos que han provocado cringe, o repulsión, para los menos modernos. Y el protagonista vuelve a ser José Luis, y más concretamente, sus manos. Ya saben que las extremidades dicen bastante de uno mismo: miren los problemas de Felipe VI con las suyas, fruto de comerse las uñas hasta devorarse los dedos. Más de una vez lo han pillado con tiritas y vendajes para tapar el desastre. Pues bien, su próximo cuñao lejano tiene el problema inverso. A él sí que le crecen, sí. Pero no se las corta. O no tan a menudo cómo tendría que hacerlo. ¿Uñas? Garras en potencia. Este es el documento y su respectiva ampliación. Abstenerse gente con determinadas fobias. Hemos avisado.

Almeida manos EP
Almeida saluda en la petición de mano / Europa Press
Almeida uñas EP
Las uñas de Almeida / Europa Press

Podríamos hablar horas sobre la manicura masculina sin ponernos de acuerdo, pero lo que no tiene discusión es que el objetivo muestra unos dedos impresentables en una petición de mano. Sin repasar, con diferentes tamaños y formas, un caos. Con una longitud irregular, producto de la dejadez y pasotismo. Suerte que era él el que pedía la mano de su querida, y no al revés. Quizás la devolvería horrorizada, la noble Urquijo. Las redes también han visto la estampa y han metido baza. Hay mucho cachondeo, claro. Este alcalde lo tiene todo.