El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y la aristócrata de raíces borbónicas, Teresa Urquijo, hace 40 días que están casados. Aquel enlace esperpéntico, rancio y repleto de royals resulta difícil de olvidar. Hay flashes que permanecerán en la memoria colectiva durante mucho tiempo, quizás incluso la eternidad. El chotis, el vestuario de Esperanza Aguirre, el primo, la imagen humilante de los eméritos sobre taburetes y sin mirarse en la cara... Una mina de oro. Si incluso nos enteramos de quién era el novio prohibido de Irene Urdangarin, imaginen la magnitud del show. Pues bien, el alboroto ha disminuido, pero los protagonistas principales siguen deleitándonos con nuevas escenas marca de la casa.

Hace semanas que el alcalde y el economista regresaron a Madrid de la luna de miel en Maldivas y Bután. Lo hacían un poco menos compenetrados que en la ida, cuando se presentaron vestidos de manera idéntica en el aeropuerto. Practicaban el 'twinning', un gesto que se consideró como una declaración de amor. Por el motivo que sea, al pisar Madrid, Teresa seguía en la nube, pero José Luis ya estaba a otra cosa. A las cosas fachas del PP, especialmente. Su verdadero amor, por otra parte.

Esta semana es especial para el alcalde, porque se celebra la fiesta popular más importante de la ciudad y de la Comunidad, San Isidro. Para gente como Almeida y Urquijo, son fechas perfectas para exhibirse en un entorno tan lamentable como la plaza de toros de Las Ventas. La parejita, eso sí, en un lugar de honor, el palco. VIPS entre los VIPS, con muchas miradas clavadas sobre ellos. Dejaron su huella, despertando la sonrisa, incluso, de la infanta Elena, invitada al bodorrio. La hija de Juan Carlos no se pierde un asesinato sádico de animales, y de regalo se llevó una estampa muy descriptiva de sus amigos y familiares.

La infanta Elena / GTRES

'Cringe'. Esta palabra de origen anglosajón, muy utilizada por la juventud actual, es perfecta para definir el comportamiento del matrimonio en el palco. La traducción sería, más o menos, repulsa. Repelús. Sabe mal, pero entre las formas de Mauricio Colmenero de Almeida, y el show amoroso de hace unas horas, más casto que en un convento de clausura, el mencionado cringe es lo que se queda en el cuerpo. La manera de besarle la mano, el rostro de ella, la falta de pasión, el escenario, las miradas a su alrededor... Todo fatal, empezando por ellos mismos. Ni demostrando humanidad parecen, en realidad, humanos. Más bien, marcianos.

Almeida y Urquijo en Las Ventas / GTRES
José Luis Martínez- Almeida y Teresa Urquijo / GTRES