El "trovador" del españolismo, José Manuel Soto, sigue bien de a cerca de lo que pasa a su nada estimada Catalunya. Tan cerca como se encuentre su móvil, queremos decir. Entre corridas de toros, festines pantagruélico y odas a la gran España, Soto destina un ojo y un rinconcito de su cerebro a difundir el no-do de la guerra civil catalufa. O al menos, la que desearía ver. El cantante ha acusado a los Bomberos de Barcelona de agredir a ciudadanos en la Plaça de Sant Jaume durante la investidura de Ada Colau (con permiso de Manuel Valls). "Están locos", sentenciaba Soto, sumándose al tuit de un compañero de fatigas que adjuntaba un supuesto vídeo probatorio.
Imaginación al poder, amigo Soto. Sobre todo, la imaginación al servicio de la difamación y las cuentas pendientes. Ya sabemos que en las Españas no soportan que los Bomberos catalanes se hayan mojado políticamente, y que hayan actuado como freno a los excesos de sus policías. Y eso, una vez más, abre la veda para la exageración y la intoxicación informativa, derivando en todo tipo de insultos.
Que lo que pasó en la plaza no fueron juegos florales, lo sabemos todos. Que allí estuviera el cuerpo de bomberos enloquecido y repartiendo bofetadas a pobres peatones, sólo cabe en la mente de los Sotoliebers.
José Manuel Soto tiene una manía con el cuerpo de bomberos. Huele a su sueño frustrado, como demostró en un tuit mientras ardía Notre Dame. Si lo añadimos a la otra gran obsesión del sevillano, Catalunya (una obsesión compartida por el gobierno andaluz), el resultado es un escenario tenebroso con bomberos zombies indepes que zurran a ciudadanos. "Ya en sus pantallas".