Tórridas noticias las que llegan de la Costa del Sol, especialmente de Marbella. Ni la brisa marinera amortigua el calor infernal de estos días de canícula agravada por olas de calor y cambio climático: el sol tuesta que no veas. Un hecho que, eso sí, no importa a uno de sus habitantes más famosos, José María Aznar. Él, negacionista de todo, especialmente de los controles de alcoholemia, disfruta como un niño en una tienda de golosinas mientras satisface su tanorexia galopante. Pasa las horas del día en una tumbona de su chalet de 2 millones en Guadalmina, pensando como subvertir los resultados de las urnas y reinstaurar un gobierno reaccionario, carca y con facilidad para la mentira. Vaya, uno del PP, del ala extrema. Y mientras encuentra la solución, el astro rey activa su melanina de manera alocada, bronceándolo sin compasión. Y así está. Que cuesta reconocerlo cuando sale por la noche a dejar verse.

Uno de los puntos calientes de la noche marbellí del verano es el festival de música Starlite. Allí se da cita la creme de la creme de la jet-sey, dispuestos a darlo todo por un concierto de Marta Sánchez (desgañitándose con su himno de España), la propuesta de hace unas horas: los Gipsy Kings. El grupo repetía tras la experiencia de 2023, en la que vimos a Susanna Griso. Este año han sido otros VIPS los que no se lo han querido perder. Para abrir boca, una mujer que es un recuerdo permanente de la época dorada de la noche local: la condesa alemana Gunilla Von Bismarck. 74 años que tiene la señora, icono como fue en su día la difunta Ira von Fürstenberg. También estaba Pepe Navarro, o la esposa de Antonio Banderas, Nicole Kimpell, con su hermana Bárbara.

Gunilla Von Bismarck / GTRES

Hecho este apunte, vamos a lo que es más impactante. Y no, no es solo que el españolazo Aznar y su señora "relaxing cup of cafe con leche" se mueran por bailar con un grupo de rumba catalana de origen de exiliados por el franquismo. Lo que nos tiene estremecidos es la suya epidermis, el tono renegrido, preocupante también. Entre el color y los músculos, de aquella época en la que pasó de expresidente a vigoréxico (las coge todas, las manías), está hecho un cuadro. Y si, además, el fotógrafo poner de su parte con una obturación y desenfoque determinados (cosas de la técnica), el resultado es este: Aznar, de 71 años, está muy raro. La cara. El gesto. Los brazos. Todo. Está seco. Da angustia.

Ana Botella y José María Aznar / GTRES
Aznar / GTRES

Para que no digan que somos mala gente, o al menos no lo repitan con insistencia, hay que decir que su estampa mejoraba con una iluminación más generosa. Tampoco hace milagros, porque entonces chocas con su vestuario de repijo madrileño y acabas totalmente perturbado, pero es un paso importante para no abrir un change.org pidiendo por ley que este hombre no se exponga más a la radiación solar. En algunos momentos pensamos que acabaría mutando en una criatura fantástica de Marvel. Seguro que sería uno de los malos, pero vaya: para gustos, los colores. El de Aznar es tostado tirando a torrefacto. Eso le aguanta hasta la boda de su hijo en diciembre en México, qué bestia.

Aznar y Ana Botella / GTRES

Josemari ya no es como lo recordábamos. Es otro señor tipo mucho más quemado, en todos los sentidos.