José Ortega Cano vuelve a torear. Con 70 años, el de Cartagena ha celebrado dos festivales taurinos en pequeñísimas e infinitesimales plazas de Castilla-la Mancha y Castilla y León. Escenarios de cuarta donde exhibir su detestable arte de tortura animal, aunque ahora ya no se atreve con animales adultos, no sea que la cosa acabara en tragedia. Ahora bien, un novillo también le puede hacer un siete importante, harto de que aquel personaje vestido estrafalariamente no lo deje en paz. Por muchos ejercicios aeróbicos y calentamientos ridículos que haga, un empujón con la fuerza y la colocación correcta y... el drama está servido. Pero es que José, exmarido de Rocío Jurado y de Ana María Aldón, y condenado por un homicidio imprudente al volante bajo los efectos del alcohol, debe elegir. O jugársela en el ruedo, o se va a la calle. Está arruinado.
El programa de Ana Rosa Quintana, que ha empezado la semana hundido tras el anuncio de la posible retirada de la presentadora, ha metido el dedo en la llaga de Ortega Cano. Y mira que, en principio, son amiguitos: fue durante una entrevista con ella que le permitieron decir aquello de su "semen de fuerza", sin invitarlo a marcharse inmediatamente de plató y cerrar la puerta por fuera. Pues no, Quintana huele sangre y se lanza a cobrarse un nuevo trofeo. Ha destapado la desesperación y miseria que rodea al padre de Gloria Camila y José Fernando. "Soy una leyenda", decía el otro día. Sí, una acabada.
La última separación del torero lo ha colocado en una posición delicadísima. Tiene que pasar pensión compensatoria por el hijo que tienen en común, de corta edad, y a Ortega no le llega. Los chiringuitos creados por Ayuso le salvan el día a día, pero nada más. Las deudas van creciendo sigilosamente, y un día despiertas y tienes un pufo gigantesco, con unos señores llamando a la puerta de casa para embargarla. Hace tres años que empezó esta situación, pero ahora la cosa está llegando al límite. El Ayuntamiento de la localidad madrileña de Fuente del Fresno, en Madrid, le reclama 53.000€. Después, otra pella de 62.000 por actividades en el mundo de los toros. Y posteriormente hay una tercera por un particular, una persona a quien avaló y que no devolvió el crédito. Ortega Cano no paga. No tiene con qué, o no quiere hacerlo. Es probable que acabe sin propiedades, suplicando a su hija Gloriaca que le deje dormir en casa. Unos diítas, ya saben.
Las inversiones de José son una plaza de toros en Cieza, una finca para perros y la tienda de ropa que le puso a su hija. Tiene un ático en Cádiz y tres locales comerciales en Madrid. Después, tres empresas. Ninguna de ellas en activo. Eso sí, con deudas por valor de un millón de euros. El panorama es desolador. Y ni siquiera puede vender las propiedades, porque están afectadas por órdenes de embargos. Si no paga, bye-bye. Con todo este panorama, eso de verlo toreando nuevamente se explica perfectamente. Ni exhibiciones para enseñarle a su hijo cómo las gastaba el padre, ni gaitas. Es urgencia absoluta. Sin embargo, no tenemos muy claro que con dos minicorridas de pueblo le llegue ni para pagar la gasolina. El futuro es negro, negrísimo.