La caverna está desatada. En pleno siglo XXI y con el gobierno "más progresista de la historia" pilotando la nave, el estado español vuelve a ser un territorio en blanco y negro. Que narices. Ni eso. El panorama de los derechos civiles y sociales, conseguidos después de lucha y reivindicación, parece una pintura rupestre. Dicho, evidentemente, con todo el respeto hacia nuestros ancestros, porque equipararlos a los personajes más abyectos y retrógrados de nuestros días sería una ofensa que no merecen. Dos problemáticas son escenario habitual de bestialidades y comportamientos indignos y criminales: el machismo y la homofobia. Lacras que a menudo van de la mano, ejerciendo su violencia y actuando como verdugos.

En el caso de la discriminación, desprecio y acoso de los LGTBI+, vivimos una oleada de odio que no tiene fin, sin ninguna institución que le ponga freno de forma efectiva. La tibieza en la respuesta de las fuerzas de la orden en los casos de delitos de odio es exasperante y lamentable. Y la proliferación de ataques, palizas e incluso asesinatos, una rémora cada vez más extendida. El joven Samuel pagó con su vida vivir y amar como le salía de las narices. Pero no oséis decir que lo mataron por ser homosexual aunque le llamaran "maricón", porque los ultras y sus adláteres te organizan un dos de mayo.

Manifestación LGTBI+ por el asesinato de Samuel / Carlos Baglietto

El caso del gallego es la máxima expresión del odio, pero en esta pirámide infecta hay miles de ejemplos de homofobia. Todos ellos son censurables, reprobables y tendrían que ser perseguidos, pero parecen formar parte de la cultura y la tradición. Te llamarán exagerado, "que no pasa nada", que es sólo el típico chiste para pasar el rato... el acosador siempre tiene una y mil excusas para actuar como un energúmeno y salir "de rositas". Y así nos va.

Por eso la denuncia es urgente y necesaria. Cada conducta debe ser combatida. Y afortunadamente, cada vez son más los que no están dispuestos a soportar más vejaciones, sea cuál sea su orientación, identidad o creencia. Hay una única consigna posible: decir basta. Y es lo que ha hecho el querido actor Josep Julien, un hombre que habla claro, alto y sin miramientos. Julien, padre de una niña con su pareja Daniela Feixas, ha sido víctima de un episodio que retrata perfectamente la mentalidad unineuronal que tanto mal está haciendo en nuestro entorno. "Iba con una mascarilla rosa muy chula, y a tres hombres de las cavernas que pasaban les hizo gracia y me llamaron maricón. Caía bastante ceniza del cielo, seguramente venía de Anoia. A mí me pareció exactamente que llovía caspa". Su ironía es fantástica y permite dibujar media sonrisa, pero lo que explica es tan triste como cotidiano.

Josep Julien le dice esto a la homofobia / @josep.julien

Reacciones a denuncia de Josep Julien / Twitter

"Democracia consolidada", "país de derechos", "sociedad civilizada" y bla, bla, bla. Nombres y expresiones muy rimbombantes, pero que la carcundia está desguazando con aquella alegría.