Los felices años 20 no lo están siendo en absoluto para Josep Maria Bartomeu. El todavía presidente del FC Barcelona afronta la peor crisis institucional que ha atravesado el club en mucho tiempo. De momento, aferrado fuertemente a la silla. Ni el humillante 2-8 de semifinales de la Champions con el Bayen de Munich, ni ahora el burofax de Leo Messi anunciando que se quiere ir no le han hecho tomar la decisión definitiva de abandonar el cargo. Pero si el adiós del crac argentino supone un descalabro que lo coloca entre la espada y la pared, el annus horribilis de Bartomeu empezaba mucho antes con un aspecto que no tiene nada que ver con el fútbol: el divorcio con su exmujer, Marta Frías.

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Josep Maria Bartomeu, entre la espada y la pared después del anuncio de Leo Messi | EFE

Bartomeu y Frías se separaron en 2018 después de veinte años de casados y dos hijos en común. Lo que en principio parecía una ruptura amistosa no lo fue para nada, y las cosas se torcieron todavía más cuando el presidente del Barça rehízo su vida con otra pareja. "La mujer y los hijos han sufrido mucho", asegura Sílvia Taulés en Vanitatis de fuentes próximas al exmatrimonio. Se trata del mismo medio que reveló, meses atrás, que Frías le había reclamado 4 millones de euros por el divorcio. Una cifra que Bartomeu se negó a asumir y que los ha acabado enfrentando en los tribunales, en un juicio que empezó a principios de marzo de este año, antes de la declaración del estado de alarma, y que todavía no se ha resuelto.

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Josep Maria Bartomeu y Marta Frías, enfrentados en los tribunales por su complicado divorcio. Ella le reclama 4 millones de euros | laliga.es

Pero la batalla legal entre Bartomeu y Frías amenaza con no ser la única que el presidente azulgrana encare este año. Después del comunicado de Messi sobre su marcha, los servicios jurídicos del club rechazan que se pueda ir gratuitamente y apelan a una cláusula de la rescisión del contrato por la que tendría que pagar 700 millones de euros.

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Los servicios jurídicos del club argumentan que Messi no se puede marchar sin abonar 700 millones de euros por la rescisión del contrato | EFE

Mientras los culés se indignan y el club se hunde, Bartomeu sigue mirando hacia otro lado como si la cosa no fuera con él. Quizás piensa que, como la serie de dibujos animados Doraemon, que todo es un sueño (o una pesadilla, más bien) y que en cualquier momento despertará. Por algún motivo lo llaman Nobita. Pero no, esto es la vida real y lo mejor que puede hacer es ponerse de cara y aceptar que ya ha llegado la hora que quien se despida sea él mismo. Por el bien del Barça. Adiós, Bartomeu.