Han pasado 3 años desde una de las jornadas más importantes de la historia de Catalunya. El 1-O de 2017 millones de ciudadanos, independentistas y también de los que no lo son, salieron de casa aquel domingo con la intención de ejercer un derecho básico de la democracia: votar. El referéndum de independencia dejó toneladas de recuerdos imborrables: muchos buenos, pero también malos. En este segundo apartado los protagonistas llevan uniforme, casco, porras y mucha mala leche. Policías y guardias civiles enviados desde Madrid y otros lugares del estado con una única consigna: apalear al grito de "a por ellos". La lluvia de golpes, puntadas y agresiones diversas compitió con la que se caía del cielo. El mundo fue testigo, por mucho que el relato oficial español quiera distorsionar la realidad.
España quedó retratada para siempre como una maquinaria represora sin vergüenza ni traba. Urnas y votos contra barbarie policial, política y judicial. Aquella jornada pusieron la primera piedra de lo que vendría después: presos políticos, exiliados, 155, atropellos. Ni quieren ni saben dialogar. Tampoco parece que sepan discernir entre realidad y ficción, y muchos siguen empeñados en explicar otro cuento de lo que se vivió a pueblos y ciudades de Catalunya. Pero por mucho que lo intenten, no podrán. Miles de vídeos y fotografías sirven de testimonio de su violencia descontrolada y de su odio irracional y abusivo. Uno de estos vídeos es el que ha fijado en su Twitter el productor Josep Maria Mainat, para todos aquellos que todavía osen dudar de los hechos: "fuimos brutalmente apaleados... por querer votar"!. Irrefutable.
Democracia contra brutalidad. Este es el único relato, y que conocemos millones de ciudadanos, como Josep Maria. Un Mainat al que, por cierto, enviamos todo nuestro calor en días difíciles y dolorosos como estos, cuando se ha conocido que ha sufrido un intento de asesinato por parte de su mujer.