Hace unos días, el escritor Juan Abreu indignó con un texto con tufo de rancio comparando a la ya ex primera dama de los Estados Unidos, Melania Trump, con homónimos como Begoña Gómez. Decía el articulista del diario El Mundo:  Comparar a Melania [Trump] con las primeras damas de otros países del mundo occidental es un ejercicio cruel. La primera dama española, por poner un ejemplo (y esto es extensible a todas las vicepresidentas y ministras españolas) destaca por su presencia tosca y cartilaginosa y una ausencia total de elegancia, sensualidad y méritos estéticos. Ya sé que puede parecer una exageración, pero yo mismo, y estoy seguro de que muchos comparten mi sentir, preferiría tener comercio carnal con un dromedaria a tenerlo con una de estas damas, por lo demás muy respetables, eso sí”. También hablaba de la mujer de Trump como alguien que "desnuda es como el firmamento goteando estrellas de semen".

Pedro Sánchez, Donald Trump, Melania Trump y Begoña Gómez (Efe)

Todo el artículo destilava este tono repugnante. Y ahora, en un Especial San Valentín del mismo medio, escribe una Carta de amor que más que amor, lo que describe es una retahíla de declaraciones masturbatorias de fan depravado con pulsiones insatisfechas de la entrepierna. ¿Sobre quién? Sobre la presidenta de los madrileños, Isabel Díaz Ayuro. Abreu ya reta, sólo empezar: "Es probable que las feministas de pelo en pecho me acusen de sexualizarla, o de cualquier otra tontería. Pero. Todos somos, afortunadamente, objetos sexuales y objetos de deseo y mi devoción por usted es de hombre y cosquilleo"Y el cosquilleo del autor se reproduce con frases como: ""Es casi imposible poseer un equilibrio preciso entre carne peligrosa y carne acariciante y usted, señora Ayuso, lo tiene. Su pelo lo miro y lo que veo es un turbión de maderas líquidas. Qué lubricante frondosidad. Qué follaje húmedo”.

Isabel Díaz Ayuso (Efe)

Habla de la carne, del pelo, de los pómulos o de la boca de Ayuso:"Su boca es un goloso remanso. Sus pómulos, enormemente posesivos, casi vampíricos. No los hay así en la política española". La palma, sin embargo, se la llevan las frases sobre las expresiones de la presidenta madrileña: "Tiene usted un repertorio que arrojaría a la lujuria más extrema y al más desaforado desenfreno a un monje virgen y célibe (alguno habrá). Qué fulgor empapado emana de usted. Un fulgor de criatura destinada a sacarte hasta la última gota de goce y de júbilo”...  Suerte que era una carta de amor. Una carta de amor a su machismo repulsivo.