La Justicia belga ha sido clara y contundente: no entregarán a Valtònyc a España porque no hay motivos para hacerlo. Ni enaltecimiento del terrorismo, ni amenazas, ni tampoco injurias a la Corona. Este punto es importante, porque lo ha tenido que repetir dos veces. La primera hubo un recurso de la Fiscalía, una maniobra que era la última esperanza de los tribunales españoles para meter al rapero mallorquín en un avión camino de un calabozo, y después... bueno, ya saben. Como a Pablo Hàsel. Valtònyc, sin embargo, puso su cuello bien lejos de la península, exiliándose como desgraciadamente han hecho tantas personas a causa de la represión de un estado democrático, y tal. En Bélgica ha colaborado con todo el proceso judicial al que se ha enfrentado durante 4 años, defendido por Gonzalo Boye y apoyado por muchos, muchos ciudadanos. No se ha escondido, sólo ha ido a buscar justicia en otro país de la UE. Y ha ganado. Pero la venganza es primer plato, segundo y postre en Madrid, y Valtònyc no puede volver a territorio del Estado. A su casa, con los suyos. Está desterrado de facto.
El cantante sí que puede moverse por el resto de espacio comunitario con toda libertad, como tiene que ser, pero si se acerca a los Pirineos, al loro. Lo están esperando con las esposas, porque se pasan las decisiones de sus socios por el arco de triunfo. El respeto por la judicatura europea es hoy en día nulo, coincidiendo con la somanta de palos que les han metido en otros temas relativos a la represión y la causa catalana. España quiere ser una isla energética, pero lo que realmente le va bien es el título de isla judicial. Un agujero negro.
Si Valtònyc, supuesta, hipotética y psicotrópicamente hablando, ofendió a la Corona española, es que hay un agraviado, una víctima. Y esta era Juan Carlos de Borbón, patriarca en la Zarzuela. Una víctima quien por cierto lleva cerca de dos años huido en Abu Dabi, donde es una estrella del rock desde que se largó ante el tsunami de escándalos económicos que se iban destapando día tras día en la prensa. Como la cosa era tan fea, los fiscales supremos tenían que hacer el papelón, diciendo "que te investigo, ¿eh?". Todo para acabar archivando todas sus fechorías, porque aunque pudieran haber indicios de delito (por eso empezó a hacer pagos a hacienda, regularizando millonadas), todo eso no se puede juzgar porque era inviolable en este país. Superman. ¿El resultado? Pues que el sábado aseguran que estará de vuelta en España, en Sanxenxo. El lugar de donde huyó sin decir adiós ni dónde iba, claro. Viene regatas. Ya después hablará con su hijo. Y luego... tantas cosas que hacer que... ya veremos. Pero que volverá como un campeón, seguro.
Estas dos situaciones son tan paradójicas que hacen daño. Estremecen. Pero la línea argumental del españolismo, con las venas más infladas que nunca, lo ve todo suuuuupernormal de la vida y lo que tiene que ser. Vaya, sólo hay que recordar a Margarita Robles enl Congreso justificando espiar al independentismo catalán. Afortunadamente no todo el Estado piensa así. Quizás no son tantos o su voz se silencia, pero lo expresan. Por ejemplo, el director madrileño Achero Mañas, muy recordado por la mítica 'El Bola' con Juan José Ballesta, aparte de otras películas como 'Un mundo normal', 'Noviembre' o 'Todo lo que tú quieras'. Lo explica de manera sublime a sus compatriotas españoles, porque parece que hace falta un croquis para dejarlo bien claro. Eso sí, al final pone emoticonos de troncharse de risa... hasta llorar. Como la injusticia y la desvergüenza.
Un tipo escribe un una canción diciendo lo q piensa del rey emérito acogiéndose a la libertad de expresión. Y le quieren juzgar y encarcelar.Ahora el cantante no puede volver a España. Pero el Rey corrupto sí. ¡La justicia es igual para todos los Españoles! 😂😂😂
— Achero Mañas (@AcheroManas) May 18, 2022
Ojalá que su voz sea extendida por todas las tierras del Estado, y que cuando menos Valtònyc recupere totalmente la libertad. Sin amenazas.