Un tal Juan Ortega acaba de protagonizar un remake muy realista de la comedia romántica "Novia a la fuga". Una versión cañí, eso sí, en la que el que se larga por piernas es el novio, de profesión torero. A 30 minutos de la aparición de Carmen Otte en la iglesia de Jerez de la Frontera, Ortega tuvo una revelación. Dudas. Y lo consultó con el Santísimo, a través de un representante: el cura, amigo de la familia, venido desde Barcelona. Y tomó la decisión, "que no me caso, ea". 'Espantá' en toda regla. Muy torero.

La noticia cayó como una bomba, claro. Ortega, que ya había celebrado una preboda y tenía a 500 invitados confirmados en el bodorrio, entre ellos el televisvo Juan del Val, envió un mensaje a la familia de ella. El padre tuvo que comunicar el marrón a todo el mundo, aparte de tener a una hija destrozada como nunca podrían haber imaginado. Ahora claro, le quieren cortar las orejas y lo que haga falta, correspondiéndole la faena. Una que ha sido mediática, viral y digna de salir en todas las televisiones del planeta. El castigo es brutal.

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La no-boda de Juan Ortega / GTRES

¿Qué le pasó por la cabeza al torero para dejar a su pareja de siempre humillada a medio vestir, qué tipo de dudas le hicieron tomar esta decisión? Pues que el miedo fue mayor que el amor. "Él no quería casarse pero a Carmen le hacía ilusión y sintió presión para hacerlo. Cuando empezaron a organizarlo todo, le dijo a su novia que le agobiaba una fiesta tan grande, con prensa y tantos invitados". Pues ha puesto usted la guinda, maestro. Dicen también en Telecinco que "Carmen se enfadó en varias ocasionas con él miedo no implicarse en los preparativos". El nivel de agobio de Juan, de locos. Los toros no le dan miedo, pero una boda...

¿Y ahora, qué? Pues una mujer llorando por las esquinas y mentándole la madre, y un clan con sed de venganza. De momento, la batalla es de pasta, claro. Una ruina, cerca de 100.000€. Son las cifras que exige la exfamilia política por todas las facturas pendientes y ya abonadas. Desde el vestido de novia en el último rollo de papel higiénico del convite. Por suerte, guardaron los recibos. Ellos no pagarán un céntimo, que se prepare. También surgió la posibilidad de demandarlo, pero se ha parado porque, asegura la versión oficial, no quieren escándalos. La estrategia parece regulera, la verdad. O no. Este espectáculo engancha. A hombros.