Cuando los deportistas de élite, como por ejemplo los futbolistas, cuelgan las botas, ponen el punto y final a sus carreras profesionales, hay muchos que se abandonan, se dejan ir, y lo que antes eran cuerpos fibrados, abdominales donde rallar queso y una resistencia impresionante al esfuerzo, se convierten, por razones obvias, en algún michelín, en algunos kilos de más y en el cese de la actividad física. Bueno, eso es lo que les pasa al 99,9% de los futbolistas. El otro 0,1% corresponde a un hombre que rebate toda lógica, que desafía el paso del tiempo, que está igual (o todavía en mejor forma) que cuando jugaba: el gran Julio Salinas. Así era cuando fichó por el Barça con 26 años...:
...y así está ahora, a sus, atención, 60 años:
Mito azulgrana, buena gente hasta decir basta, los que lo conocemos lo podemos constatar, también demuestra que ha hecho un pacto con el diablo y se mantiene en una buena forma envidiable que ya querrían tener muchos jugadores profesionales 40 años más jóvenes que él. Julito se cuida, y lleva toda la vida siendo un apasionado por el deporte. Del fútbol, del pádel... o si hace falta, abrigarse bien e ir hacia Nepal a subir montañas y vivir a muchos metros de altura y temperaturas bajo cero. Hace unos días, el 6 de enero, el alpinista vasco Alex Txikon coronó la cima del Manaslu (8.163 metros de altura). Un hito, al ser el primero en conseguirlo en invierno y sin oxígeno. ¿Adivinan quién había en la expedición? Bingo. Julio Salinas. El exdelantero del Barça y la selección española formó parte del grupo de 15 personas que vivieron el ascenso de Txikon desde uno de los campamentos base instalados a 3.700 metros. También estaba su familia:
"Fuimos sin saber a dónde íbamos ni lo que íbamos a hacer. Fuimos unos inconscientes. Mira que en estos países yo evito volar en helicópteros y avionetas". Pero Salinas es mucho Salinas. Un chicarrón del norte que cuando le propusieron formar parte de una expedición, le salió la vena vasca: "¿Y tú quieres que yo vaya contigo a una expedición? ¡A ti se te va la pinza! ¿Estás loco?. ¡Que no me atrevo..!. Digo: "Me cago en la hostia, ya has caído. Este refrán a uno de Bilbao…". En una entrevista sensacional en la revista Relevo explica una conversación previa con el alpinista: "'¿Y a 3.700 qué frío puede hacer?'. Y me responde: 'Pues joder, -8º, -12º, -17º, pero de -15º es complicado que baje en estas fechas'. Entonces le pregunto: '¿Y ahí puedes dormir?'. A lo que responde: 'Sí, los sacos están preparados, aguantan -20º, -25º'. Y digo: 'Tú, chaval…'. 'Va, que no te atreves, que no te atreves…'"... Y tanto que se atrevió.
Se atrevió a ir... y se atrevió a coger según qué medios de transporte que van por el cielo. Y eso que él le tiene pánico a volar: "A mí me da mucho miedo volar y, sobre todo, cuando tengo que volar en estas cosas. Las líneas aéreas de Nepal no están permitidas en la Unión Europea, son muy peligrosas... Ya iba con el riesgo de montar en helicóptero, que no me apetecía absolutamente nada y que por norma siempre he dicho que en este tipo de países, avionetas y helicópteros nunca cojo. Según llego a Katmandú me dicen que tengo que ir a Pokhara". A pesar del riesgo, acabó cogiendo un avión. El mismo avión "que hace una semana se ha caído y se ha estrellado con 72 o 75 personas a bordo muertas. El mismo avión que yo cogí el día 28 de diciembre. Salió con retraso porque siempre hay niebla, hay viento, las montañas, etc. Así que imagínate el viajecito".
Y después, devueltaalruedo hacia Katmandú: "Llegué un poco asustado, porque es un viaje que no me apetece, y ahora venía el segundo viaje, en helicóptero. Complicado. Me empiezan a asustar porque empiezan a decir que llevamos mucho peso. Y nos empiezan a pesar a todos en una báscula. Un cacao por el tema del peaje… Madre mía, cualquier pájaro, la hélice, no sé cuántos…". Por suerte, hizo buen tiempo y el viaje en helicóptero fue plácido. Después, ya en el campamento base, todo fue sobre ruedas, una experiencia espectacular y maravillosa que no olvidará nunca... aunque las noches fueron un drama: "Lo único que llevé fatal fue dormir. Si duermes en un saco boca arriba, como duerme mi mujer, te pones un gorro porque si no del frío que hace te sale escarcha en la cabeza. Pero al dormir bocabajo las manos no las puedes sacar. El móvil y la botella de agua, para que te hagas una idea, lo tienes que tener dentro porque si no, se congela todo. Si sacas la mano te congelas. No pegaba ojo en toda la noche. Y yo pensaba 'a ver si llegan las 6 y cuarto de la mañana', que era la hora de levantarse, y yo con un frío impresionante".
¿A cuántos grados estaban? "Yo creo que -8º, -10º. El grifo de fuera se congelaba. Pero no pasabas frío dentro del saco. El problema es cuando salías. Estaba de aquí para allá en la tienda de campaña con un frío increíble hasta que llegaba el desayuno a las siete". Después de (no) dormir, excursiones, por ejemplo, a unas cuevas que estaban a 4.000 metros y "cada diez metros había que parar porque te asfixiabas. Pero yo no tuve problemas ni con esto ni con dolores de cabeza. Yo solo tuve problemas para dormir, porque no pegaba ojo. Estuve cuatro noches sin dormir". A pesar de las horas que estuvo en vela, a pesar del frío que pasó, a pesar del miedo que tuvo cogiendo según qué aviones, no olvidará nunca una experiencia que fue inolvidable. Eso sí, parece claro que el bueno de Julio Salinas dejará ya las montañas y volverá a las pistas de pádel.