Kiko Matamoros ha cumplido un año más. Tiene 64. Sí, la cirugía, el maquillaje y el retoque fotográfico pueden provocar confusiones, pero ya tiene una edad considerable. Es mayor, y punto. Todavía le queda 'cuerda para rato', sólo faltaría, pero vaya, que el próximo año puede pedir la tarjeta dorada. Eso sí: tendría que cuidarse más, y dejarse de tanto bisturí, de mala leche televisiva y de fumar puros: su salud está en juego. El colaborador de 'Sálvame' acaba un 2020 complicado para él, después de un verano muy movido de hospital en hospital: una operación de vesícula derivó en una pancreatitis muy grave, y aunque superó el aprieto, también perdió 14 kilos y le cayeron unos cuantos años encima de la capa de ácido hialurónico que tiene por rostro. Eso es sólo el aspecto exterior, porque lo que no se ve no parece ir mucho mejor.
La prueba, un vídeo subido por su hija influencer Laura Matamoros durante el encuentro familiar para celebrar el cumpleaños de este pasado 27 de diciembre. La noche acababa con un pastel con una vela encendida. Un trabajo muy fácil, el de soplar, pedir el deseo y recibir la ovación, ¿verdad? Pues no tanto. Las imágenes son claras: el novio de Marta López Álamo era incapaz de apagarla. Uno, dos... y al tercer intento, tuvo que coger la bandeja y ponerla a 10 centímetros de la boca para alcanzar el objetivo. La mano en la cara demuestra la vergüencita que producía la situación, a pesar de que quizás también cierta preocupación. Ahora bien, viendo los gestos extraños que hacía durante el show, tampoco podemos descartar otra posibilidad. Una que se sirve en copas y que, sin moderación, provoca efectos adversos. Juzguen ustedes mismos.
A Kiko la capacidad pulmonar le da para gritar, insultar y pelearse en la tele, pero no puede apagar una cerilla a dos palmos. Que vaya al tanto.