Quizás no lo parece, pero la vida de Kiko Matamoros es pura monotonía. Se levanta tarde junto a su novia, hace un poco de ejercicio, se fuma un puro, va a Mediaset para participar en alguno de tantos programas y, lo más importante, pide cita para operarse una nueva parte de su cuerpo. Está absolutamente obsesionado con su imagen personal, y ni siquiera los últimos susto de salud, que le han hecho pasarse unas semanas en el hospital, le han hecho coger miedo a las batas y los bisturíes. Cuando Matamoros va al cirujano, disfruta como un niño en una tienda de caramelos escogiendo el próximo retoque.
¿Qué más se puede operar? Este verano se ha superado, hinchándose a ácido hialurónico en la consulta de Carla Barber, la novia de su hijo Diego. La operación provocó un cisma con Laura Fa y muchas carcajadas, que se convirtieron en preocupación cuando perdió 15 kilos como consecuencia de una pancreatitis. Demacrado y deformado, se largó a Tulum, México, para recuperarse y cargar pilas. Se ve, sin embargo, que ya se le han agotado, porque está a punto para una nueva intervención: en este caso, en la boca. Se cambiará toda la dentadura, que se ve que ya no le va bien con el resto de su físico. 'Suma y sigue', claro que sí.
Kiko Matamoros va directo al Guinness: de su anatomía inicial, no queda nada. Los médicos se frotan las manos.