El panorama rosa parece Vietnam. Hay fuego y napalm por todas partes: el despelleje a raíz de la separación de Iker Casillas y Sara Carbonero, la nueva serie documental de Rocíito Carrasco que promete ponerlo todo patas arribay, un clásico que se mantiene semana tras semana en las listas de éxito, la guerra del clan Pantoja. Las aventuras y desventuras de la finca Cantora vivieron sus momentos más álgidos en noviembre de 2020, cuando Telecinco y Kiko Rivera pusieron en marcha la operación mediática por la herencia de Paquirri. Un show que arrancó fortísimo, con el hijo de Isabel Pantoja destrozando la imagen pública de su madre, rompiendo la relación familiar y poniendo a la artista una vez más en la diana por posibles delitos económicos. Un cataclismo sin precedentes, incluso inimaginable. Pero si 2020 nos enseñó algo es que no hay nada imposible.
Meses después del estallido de la batalla, no ha llegado ni la paz ni la serenidad. Kiko sigue disparando misiles mientras la madre se esconde en el interior de su castillo, junto a su madre enferma y muy mayor, Ana, y el tío Agustín. Un personaje que todos señalan como el culpable de la mayoría de los problemas. Agustín es un cantante frustrado, que un día decidió esconder su mediocridad dejando su carrera para hacerse cargo de la de la hermana, la auténtica artista de la familia. Hace y deshace cómo, cuándo y lo qué quiere en aquella casa, incluso arrinconando a los hijos e impidiendo el paso de otros familiares. Quiere tener a Isabel bien controlada, no importa el precio. Y es carísimo: la destrucción del clan. Por eso Kiko lo odia y evita plantarse en Cantora para arreglar las cosas con la madre, a la que ya le va bien tener una especie de ayudante las 24 horas del día. Rivera, harto de todo y de todo el mundo, llega a amenazarlo en la portada de 'Lecturas'. A ella y a Isabel, de rebote: "como vaya voy a pegar dos hostias a mi tío que va a rodar hasta abajo. El día que falte (la abuela) no voy a tener siquiera el respeto de esperar. Ese señor sale de mi casa por las buenas o por las malas. Más vale que mi madre se vaya para el cuarto si no quiere salir por patas también".
La paliza no acaba aquí, ni mucho menos. El afán de Kiko por destruir a Agustín es inmenso, calificándolo de "veneno. Le come el coco". Asegura sin problemas que a su madre le iría mejor volver a la cárcel, donde tendría más tiempo para reflexionar y, especialmente, hacerlo sin la compañía tóxica de su hermano. Esta frase seguro que hunde todavía más a la Panto, ya que la palabra "prisión" es tabú en la familia: es como si aquella etapa de su vida entre rejas nunca hubiera existido. Si la dices, está acabado. Exactamente cómo se encuentra la relación entre madre e hijo.
La vida de los Pantoja ha sido retransmitida a lo largo de las últimas décadas. Hemos visto de todo, sí. Pero nada parecido a este posible capítulo como el combate final "a hostias". Seguro que lo emitían por "pay per view".