Ni una brizna de nostalgia, ni de pena, nada. La salida de Lara Álvarez de Telecinco es, seguramente, el portazo más contundente y feliz de los que ha dado en su vida. La asturiana pone punto y final a una década de singladura en Mediaset en la que, a pesar de ser una de sus caras más reconocibles, nunca ha acabado de despuntar. Se tenía que conformar en hacer de partenaire o, en el mejor de los casos, ponerse al frente de proyectos menores y condenados al fracaso. ¿Es culpa de Lara? Bien, aquí hay debate. Lo que no es discutible es que el tipo de formatos no la animaban: ella, en realidad, lo que quiere es conducir un reality de aventuras. 'Supervivientes', por ejemplo. Pero como no lo hará en Telecinco, y tampoco el estilo de conductor de galas es el adecuado para ella, las opciones exigían marcharse y probar suerte en la competencia. Este es el paso que lo cambia todo.
Álvarez, con toda probabilidad, tomará las riendas de 'Pekín Exprés'. Otro título potente y que ha tenido a Raquel Sánchez Silva, Paula Vázquez o a Cristina Pedroche como presentadoras históricas. Los derechos los ha comprado la plataforma HBO Max (o MAX, a secas), otro gigante del entretenimiento que empieza a ofrecer programas de televisión de larga tradición, como ha pasado con 'Operación Triunfo' en Amazon Prime Video. La oferta es golosa, Lara no podía, ni quería, decir que no. Es bien cierto que su comunicado de despedida parecía conmovido e incluso despertaba dudas sobre quién había dejado a quién, pero creemos tener la respuesta. E irritará en los despachos de Telecinco, últimamente calentitos.
Exultante, feliz, liberada. Como si le hubiera tocado la lotería de la vida. Un regalo en forma de finiquito, de carta de despido, de una hipotética visita a un centro del INEM. Es irónico, claro. El que no es ironía es el semblante, los gestos y la expresividad de la comunicadora, pillada por una agencia de comunicación minutos después de su anuncio en redes cuando salía de una clínica dental. El digital 'El Español' ha conseguido las instantáneas y, no hay que incidir demasaido: está contenta como una mala cosa. Se permite, incluso, hacer un gesto al estilo Ronaldinho, parenostresenyor del pasotismo y la alegría.
Álvarez se ha permitido el lujo de intercambiar mensajes con los fotógrafos, con complicidad absoluta. Es imposible pensar que no tuviera segundas intenciones, que se limitara a saludar a uno de los paparazzis que la acompañan regularmente. No, estos aspavientos tienen destinatario que traspasa el objetivo. Su estilo roquero le proporciona el punch final para noquear a su antigua empresa. Lara mira más lejos. A China. Bye bye, Telecinco.