La leyenda de un gran campeón se construye con talento, con esfuerzo, con hazañas épicas. Pero también con pequeños detalles y muestras de humildad. Eso es básicamente lo que diferencia a Leo Messi de Cristiano Ronaldo. Los dos son futbolistas únicos, irrepetibles, monstruos de la pelota. Pero el argentino golea al portugués en esta categoría. CR7 ha sido siempre un creído. El 'D10S', por su parte, todo lo contrario. Y mira que podría pecar de los mismos defectos, pero no. No es así. Y ni siquiera proclamándose rey del mundo, como el domingo pasado en Catar, abandona su forma de ser.

Desde el preciso momento en el que Enzo Pérez marcó el penalti decisivo de la final del mundial empezaron a pasar un montón de cosas en torno al crack argentino. Euforia, emoción, desenfreno, plenitud. Y agradecimiento. Messi se fundió en el césped del estadio Lusail con sus compañeros de selección, cuerpo técnico, ayudantes, familia, amigos, aficionados. Su carrera había alcanzado la cima y se sentía en deuda con la gran mayoría de los que nunca le han fallado. Hay que decir, por cierto, que ahora todo el mundo sube al carro del campeón, del mejor del planeta, especialmente en su país. Un país que, años atrás, lo crucificó calificándolo de fraude. La victoria ante Francia, sin embargo, ha girado la tortilla. Y las imágenes de la locura que se vivió en Buenos Aires con el recibimiento al combinado nacional son un buen ejemplo de este cambio de comportamiento. Está bien, no pasa nada. Pero una cosa: Messi tiene las matrículas de la gran mayoría de ellos. Sabe detectar fraudes, también oportunistas. No se le escapa una.

Leo Messi con la Copa del Mundo en Argentina / EFE

Messi pone en su sitio a Salt Bae, al cocinero de las estrellas

No hay mejor muestra de este don que las escenas que se vivieron durante la celebración del título sobre el campo de fútbol. Dos, en concreto. Leo es uno de los protagonistas, los otros dos cocineros. Uno da vergüenza ajena, la otra es una curranta. A ver: empezamos por el turco Nusret Gökçe, más conocido como Salt Bae. Un personaje que, no sabemos exactamente por qué estaba autorizado a estar en el césped y participar de la fiesta argentina. Este tipo es famoso entre millonarios y nuevos-ricos (muchos de ellos futbolistas) por servir chuletones de ternera con polvo de oro mientras hace un show lamentable tirando sal como si no hubiera mañana sobre el plato. La horterada tiene un precio prohibitivo, claro. Sales de allí con un agujero enorme en el bolsillo y con cara de "me han estafado", pero mira, ya formas parte del selecto club de ingenuos que han picado. El tal Salt Bae demostró una falta de educación penosa entre los jugadores argentinos. Su insistencia cogiendo a Messi por el brazo recibió la mejor respuesta. Una mirada matadora, un "qué mirás, bobo" de manual. Le regaló la foto, pero el turco ha quedado retratado para siempre. Bravo, Messi. Alguien tenía que hacerlo.

Leo Messi con el cocinero Salt Bae / Twitter

El tierno y emocionante abrazo de Leo con la cocinera de la selección argentina

Por el otro lado tenemos a Antonia Farías, la cocinera de la albiceleste. La reacción de Leo con ella hace llorar, emociona. El abrazo fue inmenso, genuino, demostrando humanidad y grandeza. María también ha sido campeona, el trofeo le pertenece. Y aún así sin aspavientos, ningún numerito, ningún ridículo aberrante como el cocinero de los famosos. El gesto del delantero lo define con creces, y nos hace remachar nuestra admiración perpetua. Si Messi no existiera alguien lo tendría que inventar. El vídeo es oro puro, y no el de Salt Bae.

Leo Messi con Antonia Farías, cocinera de la selección / Twitter

Messi comiéndose con patatas a los tarambanas y desubicados. Eso tampoco tiene precio.