Llucià Ferrer, aparte de presentar en TV3 el concurso Atrapa'm si pots, también conduce El vermut en Flaixbac, yendo arriba y abajo de la geografía catalana para tomarse este vermú radiofónico cada sábado de 12 a 14 del mediodía.
Ferrer conoce muchos rincones de Catalunya y siempre que puede, pasea , orgulloso de su país. Lo hacía antes y ahora que tiene hijos, todavía más. Este viernes, sin ir más lejos, le mostraba a su hijo Màrius qué hacían unos pajarillos en la iglesia de Sant Iscle i Santa Victòria en Dosrius.
Pero este sábado tocaba visita a Girona, desde donde precisamente el locutor y presentador se tomará el vermú de este 3 de julio. Allí se ha encontrado, evidentemente, con una de las ciudades más bonitas del mundo, y ante el río Onyar y la emblemática imagen de sus casitas maravillosas, y la no menos emblemática plaza de la Independencia, mostraba el ambiente que se respira en la capital gerundense antes de dirigirse a sus oyentes.
Pero no es todo armonía lo que se ha encontrado el bueno de Llucià en las preciosas calles gerundenses. También se ha encontrado con una desagradable imagen que lo ha hecho estallar. Y de buena mañana. Él mismo lo ha publicado en un stories, indignado por la imagen sucia y dejada de un rincón concreto de la ciudad, fruto de una noche de fiesta y sobre todo, fruto de una dejadez y de un incivismo que echa para atrás. Basta de ver imágenes como estas, que desgraciadamente se reproducen en muchos puntos del país. Basta de dejar la mierda y los envases donde nos salga del moño. Basta de dejar las calles así. Como él clama: "Sed más cívicos, ostia!!!!.
Ferrer apunta con ironía que "son las diez, diez y media de la mañana, ¿eh? De juzgado de guardia". Y en este caso, una expresión oportunísima, porque los desperdicios que se ha encontrado estaban justo ante el Juzgado de Guardia.
Ciertamente, es de juzgado de guardia destrozar un paisaje como el de esta maravillosa ciudad, o cualquier otra, con latas y botellas de cerveza, papeles y basura. Ferrer pide civismo, pero desgraciadamente, la sensación de que su queja pública quedará en papel mojado es bien cierta. Quizás para que aprendan los incívicos del país, lo que tendría que hacer Llucià es ir a tomar un vermú no a las plazas de Catalunya, sino literalmente a casa de todos ellos y dejar un desparramamiento en el suelo de sus salas de estar. A ver si así entienden la indirecta. Afortunadamente, no todo está perdido. Seguro que todavía recuerda qué le dejaron en la puerta de casa sus vecinos cuando volvió después de unos días angustiantes en el hospital por su hija recién nacida. ¿Basura como la de los juzgados de Girona? Todo lo contrario: un mensaje conmovedor:
Los incívicos de las latas podrían visitar a los vecinos de Llucià y aprender un poco.