España vuelve a ser el país de las provincias y la paella. Encargada en el restaurante de al lado de casa, pero que nos llevaremos a comer a casa. Cuando parecía imposible que Pedro Sánchez superara el sinsentido que viene demostrando en las comparecencias en plena pandemia, llega una nueva muestra de como de incompetentes pueden ser los gobernantes españoles. Como definió perfectamente Carles Puigdemont:
Bienvenidos a la España de 1833. Cuando parecía imposible que nos sorprendieran más, el presidente español dejó descolocada a la ciudadanía con las medidas sobre las diferentes fases de desconfinamiento. Un croquis sin pies ni cabeza en muchos de los puntos.
Desde la comparecencia de Sánchez, la reacción ha sido fulminante. Pero nadie como Lluís Llach para hundir la poca credibilidad que le quedaba al gobierno en esta pandemia. Una primera reacción en caliente, harto de escuchar tonterías de quien gobierna un país a golpe de ramalazos sin ton ni son. Tres palabras, tres, demoledoras:
Después, digiriendo poco a poco la rueda de prensa del presidente, Llach iba desmenuzando la nueva medida, dejando muestras de la finezza que lo caracteriza:
Lo que haría falta de manera urgente, aparte de un plan como Dios manda sobre el desconfinamiento, sería un plan para que este gobierno vuelva a tener juicio, criterio y rumbo. Ni que sea en diferentes fases.