José María Sanz, más conocido como Loquillo, acaba de provocar un pequeño alboroto en redes sociales tras protagonizar un vídeo desde un aeródromo militar. El cantante barcelonés dirige palabras de agradecimiento y cariño a los aviadores de las fuerzas aéreas españolas, justo después de haber subido a un caza McDonell Douglass, que en el ejército del aire conocen como C-15. "Hola soy Loquillo, quiero saludar a todos los aviadores del ejército del aire y del espacio. Es un placer estar aquí, hemos estado con la banda, recorriendo todas las instalaciones, nos hemos montado... en esto, y la verdad es que estamos muy contentos que nos hayáis tratado tan bien". Como saludo no ganará ningún premio a la originalidad, tampoco al entusiasmo. A pesar de todo, se ha ganado una medalla. O dos.

¿La primera? La deducirán con facilidad. Podría ser el galardón en el vestuario más dejado: los pantalones que lleva en  la grabación son, directamente, impresentables. No hablamos ni de estilo, ni de color, no. Lo que convierte la estampa del Loquillo Top Gun en una chapuza es que no los ha planchado desde que los sacó del envoltorio. Hace daño a la vista. Será que claro, el Loco no ha cogido una plancha en su vida, hulio. O quizás cosas de la mala reputación. Y mira que 'la chupa' se la han regalado, y ni así.

Ay, "la mala reputación". Uno de los temas más conocidos del cantante, y que resulta imprescindible para analizar la secuencia. Aquella letra decía, en una de las estrofas, lo siguiente: "En la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual, que la música militar nunca me supo levantar. En el mundo, pues, no hay mayor pecado, que el de no seguir al abanderado". Eso lo cantaba en 1988, con 28 años. Era rebelde, con toques antimilitaristas, incluso contrario al ideario del buen español. Y ahora cómo nos tenemos que ver con 62. Debe ser que está haciendo amigos para conseguir más bolos y facturar. Shakira zurra a Piqué y él le hace la pelota al ejército. Máxima puntuación en "coherencia", el principal motivo para otorgarle la segunda medalla antes mencionada: la de la hipocresía.

Loquillo RTVE.es
Loquillo cantante 'La mala reputación'/ RTVE.es

La antigua mala relación de Loquillo con las fuerzas armadas se remonta a sus años mozos. Con 21 años y triunfando como cantante de rock, lo llaman a la mili. Hace tiempo explicaba en 'El Mundo' que "recibí la noticia con odio y furia-muy shakesperiano. Iba a servir una bandera contra la que luchó mi padre: sargento de Carabineros de la República". Lo destinaron a la Armada, pasando por las bases de Vigo y Cartagena, como operador de radio. Durante el año en filas se hizo el primer tatuaje, compró "drogas blandas para personal con rango y marinería bajo mando" e incluso "inyecté heroína a un marinero que había embarcado con síndrome de abstinencia". Qué cosas se aprenden en el ejército, vaya. Y el remate: "El estado era el dueño de mi vida. Me amenazó con la cárcel si no me presentaba". Debe ser que ha olvidado de todo aquello, ahora que es el fan número 1 de los militares, de los unionistas, de los antiindepes. Lo ponen a parir, claro. Pero eso no es nuevo.