Manuel Valls ha viajado desde la Galia a Barcelona para salvar a los catalanes del terrible procés. "¡Están locos estos indepes!", debería pensar. Republicano partidario de Felipe VI, y de origen catalanista pero españolista exacerbado, Valls ha aterrizado este fin de semana en Madrid, para demostrar que es español como el que más, blandiendo la bandera en la manifestación contra el diálogo con Catalunya.
Pero donde las dan, las toman, dicen. El exprimer ministro francés, candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona, se ha hecho un hartón de decir que los indepes son intolerantes y supremacistas. No se cansa nunca de insultarlos. Y después de alimentar el discurso del odio contra los catalanistas, la realidad le estalla en la cara.
La escena es dantesca. La delegación francesa de la emisora Russia Today entrevista a Manuel Valls en el centro de Madrid. Está pletórico, entre tantas banderas españolas. Y empieza su discurso, en francés: “La Constitution espagnole, quarante ans de démocratie exceptionnel, l’état de droit…”. Por detrás de Valls, una señora que, en un tono impertinente, se permite el lujo de espetarle a Manuel que en qué idioma habla: "¿Pero que está hablando, en catalán?". Parece horrorizada. Como siempre, los ultras no entienden nada. En francés, ni una palabra. Cuando les explican las cosas en castellano, tampoco demuestran comprender demasiado.
La cara de Valls, un poema. Se para unos segundos y continúa, como si no la oyera. Pero por dentro, désolée. Hace lo imposible por demostrar que es españolísimo y, a pesar de todo, lo saben catalán. Siempre bajo una sombra de sospecha.