Manuel Valls sigue su camino hacia la soñada alcaldía de Barcelona. Pero el camino hacia el Ayuntamiento no lo hará en transporte público metropolitano. Tampoco debe saber que para llegar a la Plaza de Sant Jaume tiene que coger la línea 4, la amarilla. Porque él, lo que está, es bien verde. Eso ha quedado patente en una entrevista que ha hecho para el diario Ara. También ha quedado claro que no parece que fuera preparado de la mejor de las maneras a la hora de responder a preguntas sobre la ciudad a la que se presenta. El sota, caballo y rey de las entrevistas de este tipo incluyen, indefectiblemente, cuestiones sobre el conocimiento de los precios de las cosas. Básicamente, sobre tres: una barra de pan, un café y un billete de metro.
La escogida en esta ocasión por la periodista, la directora del citado medio, ha sido precisamente esta última: "¿Sabe cuánto vale el billete de bus o de metro en Barcelona?". Valls se ventila la pregunta con un gesto de la mano, como cuando reniega de los limpiaparabrisas cuando está parado en un semáforo dentro del coche. Las dudas, sin embargo, en su respuesta, le han hecho un flaco favor. Una respuesta donde ha repetido hasta cuatro veces la misma palabra, como ganando tiempo para salir ileso del callejón sin salida: "Mire, hemos hablado de cosas serias y no quiero entrar en este..., en este..., en este..., en este... debate". No entra al debate ni ha entrado en su vida en un vagón de metro. En un taxi, ya es otro cantar, porque sabía muy bien que le cuesta "entre 7 y 10 euros":
¿Saben aquello de "¿Dónde vas? Manzanas traigo"?, pues igual. Doble error del político franco-catalán. Por tener los papeles mojados y por querer salir airoso, metiendo todavía más la pata comparando un servicio como el metro y el bus con un taxi. Un ridículo que le acompañará de ahora en adelante y que ya ha sido sobradamente comentado en la red:
Nos quedamos con ganas de que en la entrevista le hubieran preguntado por el precio del pan. Seguro que hubiera respondido que ni idea, pero que a él, el kilo de trufa blanca le cuesta 6.000 euros.