Hace casi dos meses que María Teresa Campos murió con 82 años a causa de una insuficiencia respiratoria. Una noticia dolorosa, pero también previsible. El bajón físico y cognitivo de la mítica presentadora era evidente e inexorable, había abandonado la primera línea para vivir sus últimos momentos de manera privada y confortable. El adiós a la Campos estuvo a la altura de su leyenda, por el tanatorio pasaron incluso presidentes del gobierno. Sus hijas Terelu Campos y Carmen Borrego se enfrentaron a días intensos, entre la pena, el orgullo, el cansancio... y la cabeza como un bombo con todos los trámites que acompañan a la muerte de un familiar directo. Por ejemplo, la herencia. Un tema que despertaba expectativas en la prensa rosa, por descontado.
Desgraciadamente para el gremio, no había mucha chicha en este aspecto. O mejor dicho: no habría guerras para repartirse el legado material de la comunicadora estrella de la televisión de las últimas décadas. No había testamento, tan sencillo como eso. La Campos era muy supersticiosa, hacer este documento era como llamar por teléfono a la parca y decirle "hey, ven para acá". Las herederas son sus hijas, punto final. Ahora bien, la parte morbosa no acaba aquí: también interesa saber qué se repartían. Sorpresa: a pesar de la ingente cantidad de dinero que ganó trabajando, dejó una única propiedad. Un piso en Málaga que compró hace décadas. Este era el patrimonio inmobiliario de una señora que invirtió todo en una mansión de millones de euros, y que tuvo que malvender. Vivía, desde hace tiempo, en un piso de alquiler al lado de Terelu. Uno que las hijas querían dejar para no tener que pagar una nueva mensualidad, claro.
Eso sí: la Campos no tendría casas, pero los armarios y los trasteros los tenía llenos de objetos de gran valor. Una fortuna en vestidos, decoración, zapatos o bolsos, que se ha mantenido guardada en el piso de la presentadora hasta hoy mismo, cuando unos operarios de una empresa de traslados han procedido a vaciarlo. Han tenido trabajo, de la vivienda han salido cajas y paquetes sin parar. Muchos en dirección a Málaga, al piso frente a la playa donde la Campos pensaba pasar sus últimos años de existencia, si la salud le hubiera ofrecido una pizca más de calidad de vida. Hemos visto alfombras, marcos, cuadros, sillas o lámparas. No han faltado los vestidos, cajas de sombreros, etcétera. También otros objetos más personales e íntimos.
Hiela la sangre saber de qué tipo de cosas estamos hablando. Dos son las que más nos han tocado la fibra: por ejemplo, los trajes de baño de la madre Campos. Con letra lúgubre, triste, el letrero es clarísimo: "Bañadores mamá". También son inconfundibles dos árboles de Navidad, de aquellos sintéticos, que tantas veces habría utilizado durante los últimos años. Da mucha pena. El desguace de una vida, la disección de cada objeto, posesión y recuerdo. Descanse en paz.