Han pasado 21 años desde que un formato televisivo revolucionara para siempre los programas de la pequeña pantalla en el Estado español. Aquel año nacía 'Gran Hermano', la adaptación del famosísimo 'Big Brother', el primer reality show. Telecinco ha exprimido este producto hasta la última gota. De hecho está tan gastado que la gran preocupación de la cadena es cómo hacerlo atractivo para la audiencia, como estamos viendo en 'Secret Story'. Acabado o no, lo que cada vez queda más claro es que las ediciones con concursantes anónimos han muerto, especialmente después del episodio de violación de Carlota Prado en 'GH Revolution' en 2017.
Aquella primera hornada de concursantes que exponían su vida las 24 horas del día en una casa llena de cámaras en Guadalix de la Sierra, Madrid, se convirtieron en famosos de primera a velocidad de vértigo. Sí, es cierto que unos mucho más que otros: en especial el ganador, Ismael Beiro, pero también se habló mucho de María José Galera, de Jorge Berrocal o Ania Iglesias. Otros vivieron el fenómeno de la popularidad como una exhalación: cuando se detuvieron a mirar a su alrededor, nadie les prestaba atención. Y empezaron los problemas, los reales, los que no tenían nada que ver con 'la vida en directo', el lema del programa de Mercedes Milá.
Una de ellas es Marina Díez, una mujer que una vez acabada la aventura desapareció del mundo de la tele. Su vida cambió radicalmente: por ejemplo, entró casada y se separó al volver a su rutina. Dejó Madrid, su ciudad de origen, para instalarse en Benidorm. El caso es que sólo la hemos visto en platós en contadas ocasiones para, desgraciadamente, explicar penurias y dramas personales. Por ejemplo, en 2012 visitaba el 'Qué tiempo tan feliz' de María Teresa Campos para explicar que estaba arruinada y que nadie le ofrecía ningún trabajo con el que poder sobrevivir. O el año pasado, 2020, cuando durante la peor parte de la pandemia y con motivo del aniversario del reality explicaba sus problemas de salud: "Hace un año me operaron de cuatro bypass coronarios y desde entonces la vida la veo de otra manera muy diferente: ¡Vivir es maravilloso!", decía. Pero la maravilla no era tan alegre.
Marina ha vuelto a recibir un golpe durísimo: la semana pasada la desahuciaron del bar que tenía en un centro para la tercera edad en Badia Gran, en Llucmajor, Mallorca. El ayuntamiento de la localidad la conminó a abandonar el negocio, después de que el pleno del consistorio tomara la medida, según ella, por las presiones de la directiva del centro. No tenían sintonía, por decirlo de manera elegante. "Para sacarme del local optaron por romper el convenio que tenían con el Ayuntamiento argumentando que debido a la Covid-19 se necesitaba el espacio para usos educativos", leemos en Jaleos. Díez ha puesto el caso en manos de sus abogados, pero para evitar más problemas ha devuelto las llaves del local, quedándose sin nada. Ahora le espera la batalla judicial, una página negra más en su vida.
Siempre recordaremos 'Gran Hermano' como aquel gran ojo que vigilaba los movimientos de los habitantes de la casa. En el caso de la Marina, sin embargo, parece que era un ojo tuerto: no se puede tener más mala suerte.