Mario Vargas Llosa ha vuelto a celebrar su tradicional fiesta en la finca El Jaral de la Mira de El Escorial, en Madrid. La de 2023 ha pasado mucho más desapercibida que en ocasiones anteriores, se nota el efecto Isabel Preysler. La influencia de la reina de corazones es evidente, el desfile de personajes va a la baja y las filas de los incondicionales están disminuyendo. No hay relumbrón. Un poco como el aspecto exterior de Mario, que tiene 87 años, acaba de superar problemas de salud y, en verdad, no da la impresión de que tenga el cuerpo para mucha juerga. Sea como sea, sin embargo, no ha querido perderse su autohomenaje.
La oferta de la jornada, la de siempre: festín pantagruélico y capea, dos de las pasiones del literato laureado y españolista. Hacía acto de presencia a las 12 del mediodía junto a dos de sus hijos, pero sin la compañía de Patrícia Llosa, su exmujer restituida tras el cataclismo con la Preysler. Quizás evitó desplazarse desde Nueva York para no repetir cabezadas en momentos poco afortunados, como la famosa siesta en París en plena proclamación como miembro de la Academia francesa, con Juan Carlos y Cristina de Borbón en primera fila. El jet lag es muy malo, mejor prevenir que tener que lamentarse después. Y que pasar un poco de vergüenza. Con una basta.
El chef Mario Sandoval, propietario de la finca, preparó un menú (a 1.000€ el cubierto, Mario factura) que ofrecía entrantes como "boquerón marinado con esfera de aceituna, uva con crema de pistacho y nueces, buñuelo cremoso de bacalao y steak tartar", explicaba Paloma Barrientos en Vanitatis. La propuesta principal era de la magnitud de "ensalada de perdiz escabechada con nueces y pasas, ceviche de gamba roja con leche de tigre y maíz liofilizado con esencia de cabeceras, cochinillo con su carne jugosa y en piel crujiente". Para acabar, tarta árabe. Salieron rodando hacia la pequeña plaza de toros de la propiedad, donde hubo una baja: Cayetano Rivera no toreó, estaba lesionado. En vez de la muleta cogió una birra. Es la segunda vez consecutiva que lo deja en la estacada, qué feo.
Otro torero, Diego Urdiales, era el encargado de matar de manera salvaje a unos novillos y de brindarle las orejas y otros trozos descuartizados al homenajeado, a quien acompañaba en el "palco" una Esperanza Aguirre entusiasmada. Tras el sacrificio tocaba hacer más caja, subastando el primer ejemplar de su próxima novela, que saldrá a la venta el 26 de octubre. Una jornada para mayor gloria de un hombre que, eso sí, no ofrece su mejor versión física y anímica. Se le ve consumido. Pero no sabe decir que no a una buena fiesta, qué va. Genio y figura, hasta la... eso.