Pocos sabían que Mario Vargas Llosa, el gigante de las letras hispanas, tuvo un rol tan decisivo como íntimo en la vida de Tamara Falcó, la mediática hija de Isabel Preysler. Pero ahora, tras el fallecimiento del escritor, ocurrido este domingo en Lima a sus 89 años, ha vuelto a salir a la luz un episodio que revela una cara muy poco conocida del Nobel: la de salvador silencioso. Durante los años de su relación con Preysler, el autor de "La ciudad y los perros" se involucró de lleno en el entorno familiar de su entonces pareja. Fue en ese contexto cuando detectó una preocupante situación de salud que afectaba directamente a la marquesa de Griñón. Tamara, visiblemente más ausente y con notables cambios físicos, atravesaba una etapa de adicción alimentaria y descontrol metabólico que podría haberle costado mucho más que la figura.
Vargas Llosa y la clínica de élite que lo cambió todo
Según fuentes cercanas al entorno familiar, fue Vargas Llosa quien, preocupado por el rumbo que tomaba la salud de su hijastra, decidió intervenir. Le sugirió ingresar a la Clínica Buchinger Wilhelmi, en Marbella, una clínica de lujo especializada en trastornos metabólicos y reeducación nutricional, la misma a la que él y Preysler acudían regularmente para mantener su salud en equilibrio.
Esta no era una clínica cualquiera. En sus instalaciones, además de médicos y nutricionistas de alto nivel, se ofrecía terapia emocional, tratamiento endocrinológico personalizado y planes de desintoxicación integrales. Allí, Tamara no solo confirmó el diagnóstico definitivo de hipotiroidismo, sino que logró tomar el control de su cuerpo... y de su vida. Y es que, gracias al impulso de Vargas Llosa y al seguimiento de los especialistas, Tamara inició un proceso de transformación completo: abandonó hábitos perjudiciales, reorganizó su alimentación y recuperó el equilibrio hormonal que tanto afectaba su estabilidad.
Una transformación física... y emocional
Los resultados no se hicieron esperar. En pocos meses, la socialité reapareció en eventos públicos visiblemente renovada. Pero lo más impactante no fue su figura estilizada, sino el brillo en su mirada. Tamara hablaba con convicción sobre sus nuevos hábitos, y en más de una entrevista dejó entrever que alguien muy sabio le había tendido la mano cuando más lo necesitaba. Ese "alguien", hoy lo sabemos, fue Mario Vargas Llosa. Su influencia fue mucho más allá de las letras: dejó huella en la salud y en el alma de la hija de su ex pareja, en un gesto que ahora se vuelve aún más conmovedor tras su muerte.
Sin embargo, como en toda historia con tintes dramáticos, no todo fue armonía. La relación entre Tamara y el escritor, que en su momento rozó lo paternal, terminó en un punto de no retorno. El detonante: unas declaraciones polémicas que Tamara hizo durante un congreso ultracatólico en México en 2022. Vargas Llosa, conocido por su pensamiento liberal, no solo desaprobó sus palabras, sino que, según rumores, llegó a mofarse de ella en privado. Isabel Preysler, siempre protectora con sus hijos, no toleró el desdén. Fue entonces cuando decidió poner fin a su relación con el Nobel. Aquel hombre que había sido guía para su hija se convirtió, repentinamente, en un antagonista inesperado.