Mario Vargas Llosa ha salido del hospital tras 6 días ingresado por la covid. La mejor noticia para el escritor peruano, sobre quien existía un extraño y hermético silencio por parte de sus incondicionales: sus hijos y su exmujer Patricia Losa. Solo informaron de la entrada en la Clínica Ruber y poquísima cosa más: que estaba delicado. Un adjetivo preocupante, teniendo en cuenta que tiene 87 años y un precedente no demasiado positivo con el coronavirus: cuando se contagió a principios de 2022 las pasó canutas. Pero como aquella vez, Vargas Llosa parece que se ha recuperado en tiempo récord. Le ha cogido el truco, si nos permiten la broma.
La salida del Nobel del centro médico del brazo de su hijo Gonzalo ha sido peculiar, cuando menos con respecto a la llegada a su domicilio, ubicado en el centro de Madrid y que sirvió de refugio durante sus crisis con Isabel Preysler. Mientras bajaba del vehículo que lo transportaba, un grupúsculo de reporteros lo asaltaban micrófono en mano. No le han dado demasiada tregua, de hecho la clásica pregunta de "¿cómo estás, Mario?" era un trámite molesto. Lo que querían saber era otra cosa. Ya saben cuál.
Mario Vargas Llosa eclipsado por su hijo Gonzalo, inaudito
Esta primera parte protocolaria se resolvía con una escena inaudita, teniendo en cuenta que hablamos de Mario Vargas Llosa, un hombre famoso, que se sabe famoso y que se proyecta como más famoso de lo que es en realidad. Vaya, que tiene toda la experiencia del mundo enfrentándose a periodistas, no recordamos ninguna ocasión en la que alguien haya querido hacerle de portavoz y haya salido indemne. Una constante que, con 6 días de tratamiento, de sufrimientos y de reclusión hospitalaria, se ha resentido un poco. Gonzalo respondía por su padre: "Felices de tenerlo en casa. Ya está en perfecto estado y muy contento de estar en casa". De repente Mario parecía volver de su letargia, lo cortaba y tomaba la palabra: "Muy contento y encantado cono las enfermeras y médicos de la Clínica Ruber, que me han tratado fenomenal". Pero Gonzalo, erre que erre. Un frontón: "Con los centenares de mensajes que ha recibido de solidaridad y de cariño. Ahora a descansar. Está perfecto". El patriarca, desubicado, solo asentía.
La prensa no da tregua, pinchan al convaleciente Vargas Llosa con Isabel Preysler y Tamara Falcó
Hay que decir, sin embargo, que el protagonismo del hijo tenía su qué: estaba haciendo de antidisturbios, porque ya había comprobado que a los reporteros la salud de Mario les importaba un rábano. Lo que querían era hurgar en la relación con Isabel Preysler y con la inminente casada Tamara Falcó. Se ha publicado estos días que la filipina y su hija beata han pasado olímpicamente de él, que no le ha enviado ningún mensaje de apoyo o interés por su evolución. Y claro, el tema se ha puesto sobre la mesa: "¿Le ha faltado algún mensaje?" Como el hombre no decía nada, ni siquiera pronunciando el nombre maldito, Gonzalo disolvía la reunión con su palique. Bien jugado, sí, pero surrealista.
Bienvenido a tu casa, Mario. No ha cambiado nada.