Meg Ryan ya no es Meg Ryan. La actriz de las mejores comedias románticas ahora es un drama, el de no poder reconocerse por la mañana en el espejo. Los psiquiatras diagnostican esta obsesión por no envejecer que en realidad causa el efecto contrario: envejecer muy mal. Estirarse la cara, pincharse ácido hialurónico, ponerse pómulos, sacarse nariz, ponerse mentón, sacarse expresión en la cara... Todo es un horror pero si encima te ganas la vida poniendo la cara a personajes que inventan a los cineastas entonces el drama es total: ya no te contratan. Un jefe de casting piensa "Fichamos a Meg Ryan" y acaban descartándola por una simple razón: Meg Ryan no existe. Ahora es así:
Meg Ryan irreconocible en una rara aparición pública en Nueva York este jueves. La actriz de 61 años, que no se había fotografiado desde noviembre del año pasado, muestra una imagen insólita mientras daba apoyo a su amigo Michael J. Fox en la proyección de su próximo documental. Meg, que hace tiempo que negado haberse hecho ninguna cirugía plástica o mejora presumió de una piel sin arrugas enmarcada por su pelo rubio característico. La apariencia de la nominada en el Globo de Oro ha cambiado mucho a lo largo de los años, provocando muchos rumores en torno a lo que se ha hecho o no se ha hecho. "No presto mucha atención francamente", dijo en el 2015, cuándo se le preguntó por las especulaciones sobre su cirugía plástica. Los cirujanos confirman que la actriz, o exactriz porque no hace cine, se ha hecho "demasiadas" alteraciones.
Meg Ryan tenía la sonrisa más expresiva de Hollywood. Durante los años 90 era "la novia de América", rubia, ojos azules, alocada y muy romántica. Encasillada en el mismo papel pero efectiva. Empalmó películas de éxito, todo comedias románticas. Del mítico orgasmo fingido en el bar de Billy Crystal en Cuando Harry encontró a Sally a filmes muy recordados como Algo para recordar, Tienes un e-mail, Cuando un hombre ama a una mujer, City of angels o French kiss. Todas parecen la misma película. Meg Ryan se debió aburrir de ver siempre igual y decidió retoques en la cara. Ahora, a los 61 años vive apartada del cine. Relegada a TV movies, telefilms de bajo coste, serie B de Antena 3 por la tarde que se paga ella misma. Dramático. Su cara es un poema. Literalmente. No todas saben ser Julia Roberts, Emma Thompson o Jodie Foster, impecables.
Meg Ryan sufre lo que varios especialistas denominan "dismorfofobia", una alteración de la percepción personal, parecida a otros trastornos mentales como la anorexia. Meg no consigue ver su belleza natural y necesita infinidad de procedimientos estéticos para mejorar su distorsionada apariencia. Una enfermedad que consiste en enlazar operaciones y no estar nunca satisfecha del resultado. Dramático.