Belén Esteban está pasando un momento complicado. Su puesto de trabajo a 'Sálvame' le ha dado muchos quebraderos de cabeza a lo largo de su vida, pero nunca se hubiera imaginado que también le rompería los huesos. Concretamente la tibia y el peroné, al caer durante una prueba emulando los juegos de 'Supervivientes'. La leche fue considerable, y la mejor prueba es la imagen del pie de la tertuliana totalmente torcido. Todo pasó en directo ante la mirada de los espectadores. Y cuando decimos todo, es todo. También la asistencia que recibió in situ, primero por parte de los compañeros haciendo corrillo (con la madrileña desencajada por el dolor), y más tarde por los servicios médicos de la cadena. La sacaron de plató en silla de ruedas, un espanto.
Total, que los médicos decidieron intervenirla después de haberla escayolado convenientemente. Pero tuvo la mala suerte que el yeso le provocó heridas y llagas que se tenían sanar antes de entrar en quirófano. Eso fue un golpez moral importante para la Esteban, que ya había llegado al hospital en ambulancia con un despliegue bien peculiar: tapada de arriba abajo con mantas, sábanas y diferentes piezas, a fin de que los paparazzis no la pillaran en aquel estado de dolor absoluto. Entró y tuvo que salir haciendo el mismo numerito. Todo en compañía de su marido Miguel Marcos, que supervisaba el traslado: tiene experiencia, es conductor de los servicios sanitarios.
Pues bien, la salud de Belén ha mejorado ligeramente, y ha llegado el momento de intervenir quirúrgicamente la avería. Ya está en condiciones. Y ha ingresado en el Hospital de La Luz de Madrid, una vez más poniendo todos los impedimentos a los reporteros gráficos. En esta ocasión ha intentado ser más discreta. Nada de disfraces y cosas extrañas, como si fuera una Kanye West cañí. El método, entrar directamente a un parking de acceso privado con el vehículo sanitario. Han conseguido el objetivo, a pesar de que con problemas. Sí, no les abandonan. Y el que peor los ha llevado ha sido Miguel, el profesional en la materia.
Ya es mala suerte que montes el operativo de llegada y, cuando todo parece ir de narices, algo se estropea. Como la puerta del garaje. El motor que la tenía que cerrar para proceder a sacar a la paciente sin que nadie curioseara ha dicho que no, que hoy hacía fiesta. Dos personas han intentado solucionarlo, sin éxito. Miguel, de mala leche. No ha dicho ni una palabra pero la cara paga. Finalmente el chófer ha tenido que meter la ambulancia hasta el fondo del recinto, en una maniobra extraña pero efectiva, sí. Ahora bien, el rictus de Marcos pasa a la posteridad.
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Bromas aparte: deseamos que la televisiva sea operada con éxito y que se recupere muy pronto. Faltaría más.