Primer día de trabajo para el nuevo ejecutivo de Pedro Sánchez. Supervivientes e incorporaciones de la sacudida monumental del presidente del Gobierno celebraban la primera de las que, esperan, sean muchas reuniones hasta el final de la legislatura. Pilar Rahola analizó con detenimiento lo que supone el golpe de timón en clave estatal y catalana. Y, en el caso de Catalunya, las noticias son malas. Muy malas. La nueva dirección del PSOE, que en septiembre tiene que ir a la famosa mesa de diálogo, está todavía más cerrada hacia la resolución del conflicto político que antes del fin de semana. O sea, una barbaridad. Tenemos a Sánchez entregando el volante al sector más españolista del PSC, con Salvador Illa como emblema, además de darles la llave de la caja para hacer inversiones en infraestructuras. Una maniobra de judo o el abrazo del oso, da igual. Esta corriente hace que Miquel Iceta, exhombre fuerte del PSC y ministro arrinconado a Cultura y Deportes, parezca indepe. Sólo lo parece, que quede claro.
Pero centrémonos en Iceta, porque su historia empieza a dar lástima. Le han birlado la cartera de Política Territorial, un símbolo para el federalista, y lo han mudado al mencionado ministerio. Alguien ha pensado que la apuesta no ha servido de nada, o que en los pocos meses que ha durado en el cargo ya está amortizadísimo. En su nuevo despacho no molestará demasiado: competencias cultura de tiene pocas, y sobre los deportes tampoco mandará mucho. El poder lo tienen otros. Ell, eso sí, ya se ha hecho notar: pifiándola al castellanizar el nombre de la ganadora vasca del torneo de Wimbledon júnior femenino, Ane Mintegi.
Si todavía quedan ilusos que no creen en esta conspiración contra Miquel, es que no han visto el último gesto de Moncloa. Ha pasado cuando se han hecho la foto de familia, ritual de cada estreno. Eran muchas y muchos ministros, sí, pero la escalinata del palacio es ancha. No hay excusa para no censurar lo que le han hecho, colocándolo casualmente detrás del líder supremo. Una posición de privilegio, habrá pensado Iceta, pero no, era una trampa. Y una paradoja. Sánchez, exjugador de baloncesto de 1'90 de altura, eclipsaba literalmente la figura del gestor deportivo, más menuda. Un problema que se podía solucionar con facilidad sin tocar la formación: cinco pasos a la derecha o a la izquierda, y el fotógrafo tenía otro ángulo en el que salían todos.
De hecho, así fue: existen instantáneas de este tipo. El colmo, claro, es que el gabinete de comunicación ha tenido la brillante idea de hacer llegar una muy concreta a las redes y las agencias. Una que se podría titular '¿Dónde está Wally Iceta'? y que es una humillación total. Tanto que ha hecho reaccionar así a la experta en comunicación no verbal, política y moda, Patrycia Centeno. La colaboradora de 'Tot es mou' de TV3 siempre acierta: "Si no lo queréis de ministro no lo nombréis. Pero taparlo en la foto...".
Viendo el ritmo de los acontecimientos y de la creciente hostilidad, parece que esta aventura será pesada. Lo tiene que aprovechar al máximo, podría ser la última de su carrera. Seguro que tiene muchos cartas bajo la manga para hacerla bien interesante.