Tercer clásico de baloncesto de la temporada y tercera victoria del Real Madrid sobre el Barça. Los culés han perdido el liderato de la Euroliga en la pista de los blancos, aunque la derrota es extraña. Y discutible. Un punto de diferencia, una canasta birlada de manera surrealista a los azulgranas, una pájara total de ambos equipos y una penúltima jugada que enfureció al Madrid, a sus aficionados y, por descontado, a sus portavoces: los locutores de Movistar+, la cadena que retransmitía el partido. No diga Movistar, diga Real Movistar Televisión. No se esconden, no lo pueden evitar. Y en situaciones de alto riesgo, de revoluciones a mil, la cosa es escandalosamente visible. Una humillación para los abonados de la plataforma que no sean merengones, en definitiva.
Estos días se está hablando mucho del madridismo sociológico, la expresión acuñada por Joan Laporta para responder a la batería de ataques judiciales y mediáticos contra el club por la pamema de Negreira. El presidente del Barça, una vez más, los ha puesto a bailar. Se sienten muy ofendidos, pero viendo lo que pasó anoche en el pabellón merengue, se tendrá que gritar todavía más fuerte, escribirlo en las paredes, hacer camisetas para llenar el Estadi Olímpic el sábado en el duelo de la Liga masculina de fútbol. Sociológico, mediático, judicial, humanístico. Y patológico. Eso no puede ser bueno para la salud. La plataforma televisiva de pago es, junto con su primo hermano de DAZN, una cueva de hooligans madridistas con micrófono. Ni Real Madrid TV y su campaña de acoso a árbitros llegan a sublimar las artes de la intoxicación y el fanatismo de esta manera tan descaradas. ¿Ejemplos? “El tortuga”, “Increible Llull”, “El mago Campazzo”, “Super Mario”, “El Muro Tavares”.
La jugada que ha creado mucho revuelo tuvo lugar cuando quedaban 8 segundos para el final, con el Madrid 3 arriba en el marcador y un tiro libre. Lo tenían todo para cerrar el partido. Pero Campazzo falló. El rebote lo coge el base culé Satoransky, que cruza la pista y, pasada la división central, recibe la falta del propio Campazzo. Al sentir el contacto, el jugador hace eso que hacen TOOOOODOS los jugadores de TOOOOOOODOS los equipos del universo en una situación como esta: hacer el gesto de lanzar a canasta. Normalmente los colegiados no pican, anoche sí. ¿Cargo de conciencia por haber hurtado dos puntos a Jan Vesely, mucho tiempo antes, con toda la jeta? Vete a saber. La retransmisión dice, en el momento de la infracción, que “Satoransky buscaba el triple”. Más claro, imposible. El árbitro pita. Y entonces, el narrador se despierta de su sueño de objetividad y se pone la bufanda merengona, la capa y vete a saber qué más. El discurso cambia radicalmente en décimas de segundo, enervando a los aficionados culés: “¡Le dan tres tiros libres! ¡Se ha inventado una falta que nos puede mandar a la prórroga!”
Los culés están hasta el moño de los comentaristas de Movistar+, de su criterio parcial, de su falta de escrúpulos. De eso que “tropiecen”, dicho con todas las comillas de este y otros mundos, siempre con la misma piedra. Las reacciones no dejan ningún tipo de duda. “Escandaloso”. Basta de estafas. La broma cansa.