Dentro del oficio de periodista hay un club de profesionales que, por suerte o por desgracia, pueden lucir una etiqueta que los diferencia del resto: la de corresponsal de guerra. Retransmitir un conflicto bélico es un trabajo que marca. Y no todo el mundo sirve para hacerlo, ni mucho menos. Eso sí, una vez que has vuelto a casa cómo digieras toda esta información, emociones y vivencias es otra cosa. A ver, puede ser un maestro como Ryszard Kapuscinski, un exaltado como Alfonso Rojo, un sabelotodo y alborotador como Pérez-Reverte... En fin, que hay de todo. En Catalunya también se han cubierto guerras. Por ejemplo en TV3: Manel Alías y Lluís Caelles han vivido la de Rusia contra Ucrania, aparte evidentemente de mencionar a Nicolás Valle. Él ha estado en Bosnia, Argelia, Afganistán, Georgia, Libia... Mucho horror. Afortunadamente ha vuelto de una pieza de todas ellas, y lo más importante: tda gusto oírlo, verlo, leerlo. Lo que dice acostumbra a ser de oro.
Valle, extremeño de nacimiento pero catalán insobornable, hace tiempo que vive la otra cara de la moneda. La felicidad absoluta, la emoción, la magia y la ilusión. Sí, también desazones y noches sin dormir, pero el precio es irrisorio frente a compartir la vida con su hija Vera. La pequeña de la casa tiene dos años y pico, nació en septiembre de 2020. El año de la maldita pandemia también tuvo cosas extraordinarias. La paternidad de Nico, sin dudas. El periodista sabe expresar sentimientos de una forma magistral, cosa que practica siempre que puede. El anuncio de la llegada de la niña, por ejemplo: "Comienza la era de Vera".
Comienza la era de Vera. pic.twitter.com/145ui6XNai
— Nicolás Valle (@NicolasValle) September 29, 2020
Vera, la hija de 2 años del corresponsal de guerra de TV3 Nicolás Valle, protagonista de una foto preciosa
2 años (que vuelan) más tarde, Nico y su familia están viviendo un momento único. La criatura empieza a ser consciente de todo lo que le rodea, de los usos y costumbres, del calendario y las festividades. De la magia. Es la primera Navidad en la que todo eso confluye y que procesa con su inocente mirada, con su juicio infantil. Y sencillamente es maravilloso. Valle, como gran observador, comparte una imagen que es ilusión pura. La más bonita de estas fiestas. No haría casi falta el texto que le acompaña, pero consigue que mejore el resultado. La instantánea es de la niña frente a una montaña de muñecas en, presumiblemente, la feria de Reyes de la Gran Vía de Barcelona, y lo que pone el padre en su boca es esto: "Las quiero todas".
Las quiero todas. pic.twitter.com/OZubw0jmeA
— Nicolás Valle (@NicolasValle) December 26, 2022

El Tió en Can Valle todavía tiene trabajo: la niña conserva la esperanza de descubrir más sorpresas
Si son de los duros y que no dejan escapar la lágrima con escenas como estas, doblamos la apuesta. Bueno, lo hace Valle Valle, pero nos sumamos. Vera, como tantos chiquillos en Catalunya, golpeó el Tió con todas sus fuerzas la Nochebuena, provocando que cagara montañas de regalos. La niña todavía querría pasar un rato más con el Tió y repetir la ceremonia. Vete a saber si para obtener una de aquellas muñecas que miraba con tanta ilusión, o quizás todas, como decía el padre. Lo mejor de todo es que la criatura es bondad al 100%: ha vuelto a alimentarlo y hacerle sentir bien. Fe ciega. "Lo sigue atiborrando. Tiene muchas esperanzas que la maniobra dé sus "frutos". Sí, le ha puesto un babero".
Lo sigue atiborrando|hartando. Tiene muchas esperanzas que la maniobra dé sus "frutos". Sí, le ha puesto un babero|peto. pic.twitter.com/GUZ8xErBd2
— Nicolás Valle (@NicolasValle) December 27, 2022
El babero para nosotros, aunque serviría un pañuelo. Dan ganas de llorar de alegría, la verdad. Será que somos sensibles a la alegría ajena y la algarabía infantil, pero es lo que hay. Que dure siempre, familia.