Ha sido la nota discordante de las cabalgatas de reyes de estas fiestas de Navidad: el episodio de furia transitoria de Melchor a su paso por Terrassa, disparando (en vez de lanzando) caramelos a los chiquillos que le esperaban con ilusión... e incredulidad. Debe ser que el exceso de trabajo le hizo enloquecer (transitoriamente), sacudiéndose el ramalazo de ira contra las criaturas de la cocapital del Vallès Occidental. Un ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta de golosinas convertidas en munición de guerra, que ha dejado pasmados a los habitantes de la ciudad, pero también a las redes sociales.
Uno de los internautas (con pedigree) estremecido con la conducta del monarca navideño ha sido Òscar Andreu. El copresentador de La Competència, sin embargo, ha pasado de la sorpresa a la confirmación de un rasgo de identidad compartido por el universo monárquico: Hay reyes que pierden los estribos contra sus "súbditos". Andreu ha establecido un paralelismo hilarante, pero desgraciadamente nada desencaminado, con el rey de España, Felipe VI. "El particular 3 de octubre del Rey Melchor", ha dicho, recordando el infame discurso del jefe del estado dos días después de lo que hizo la policía nacional y la guardia civil en el referéndum del 1-O. La ocurrencia de Óscar ha endulzado el pésimo episodio.
Alguien tendría que escribirle la carta a los reyes a los mismos reyes. Y pedirles tila, mucha tila. Si no, seguirán siendo una fábrica de republicanos. Incluso republicanos navideños.