Enésima muestra de insolidaridad, 'cuñadismo' y mal gusto de Pablo Motos en 'El Hormiguero'. Enésima, sí, pero que nadie se asuste: seguro que no es ni mucho menos la última. El episodio tuvo lugar durante la entrevista a los intérpretes Javier Cámara y Belén Cuesta. La presencia del de La Rioja suponía su entrada en un club "selecto": los invitados de platino, que han pasado por el plató 10 veces o más. Motos lo celebraba con un carné de socio al estilo del Super 3, y una fiesta que ha causado estupor y fuertes críticas: Motos y Cámara zampando caviar de beluga y langosta en medio del programa frente a millones de espectadores, en un momento de crisis sanitaria y económica brutal, con confinamientos, cierres, despidos, hospitales a rebosar, etcétera. Muy adecuado.
El delirio de Motos le debe hacer pensar que o bien sus espectadores son millonarios como él, o que el espectáculo de verle devorar productos de lujo despierta alegría y esperanza. Ni una cosa, ni la otra: más bien asco y repulsa. El actor alucinaba, pero evidentemente no dijo que no al festín. Incluso Cuesta, que intervenía por videoconferencia porque está en cuarentena, después de haber cenado con una amiga que dio positivo en coronavirus, se apuntó al 'carro': Motos le envió una lata de la carísima delicia en taxi hasta su domicilio. Con "meadita" incluida: decía que se la enviaba porque a él no le gusta. Ni siquiera así puede mostrar un poco de humildad o normalidad. Después se extraña de que le pongan verde en todas partes.
Motos, tan preocupado por la pandemia para hacerle el juego político a la derecha extrema y a la extrema derecha, olvida rápido los sufrimientos que genera entre los mortales que le siguen por televisión. Todo un señor.