Pablo Motos volvió a interpretar uno de sus papeles favoritos en 'El Hormiguero': el de "abuelo cebolleta". Aprovechó una de las secciones del programa para hablar de sí mismo cuando era más joven, rescatando una fotografía insólita. Debe ser que el de Requena echa de menos aquella etapa, porque no es la primera vez. Hace unos meses nos "regaló" unas instantáneas escalofriantes del día de su primera comunión, en la que queda claro que Motos siempre ha sido antiguo. Incluso siendo un niño. Como el valenciano tiene 55 años, nos remontamos 46 atrás. Más o menos, al año 75. Sí, era otra época, la que coincidió con la muerte del dictador Franco y una España que pasaba del blanco y negro al color. Pero viéndole, el viaje en el tiempo parece mucho más lejano. El siglo XIX sería más adecuado para el presentador.
De aquella época, Motos recuerda su primer amor: la Mari. Y explicó la batallita una vez más. Era la hija del peluquero, una buena persona que cortaba el pelo a las personas mayores de forma gratuita. Pablo iba al establecimiento porque allí le enseñaban a tocar la guitarra, aunque la razón principal era ver a la niña y, si tenía suerte, cruzar la mirada con ella. El romance nunca pasó de allí, especialmente porque estaba tan colado que decidió grabar la declaración de amor en una casete de 120 minutos. No, no tocó la guitarra. Sólo repetía: "Quiero a la Mari, quiero a la Mari," como un loro. Tiene gracia: ahora que es un adulto, repite otros mantras con los mismos resultados. La cosa es que un día, el padre invitó al peluquero y a su familia a comer en casa, con la intención de ayudar al hijo. Y tratando de ponerle por las nubes por su destreza musical, se equivocó de cinta y reprodujo la grabación en cuestión. La Mari quedó asustada. Y el padre, sin argumentos: "este niño es tonto".
La Mari quedó en el pasado, pero no la manía de Motos por hacer el burro. Y una buena muestra, otra imagen de juventud que enseñó durante el último programa: disfrazado en el carnaval, imitando a criaturas de jardín de infancia. Horrible, la verdad. Pero quizás no tan alejado de su imagen actual, salvando algunas exageraciones de la caracterización. Pablo, disfrazado o al natural, mantiene la línea. El calificativo lo pueden poner ustedes mismos. Ahora bien, el paso del tiempo no le ha hecho cambiar mucho.
Aquella frase de "eres como el buen vino, con el tiempo mejoras" no sirve para el de Antena 3. En eso es constante y tozudo.