La capacidad para hacer el ridículo más espantoso de Pablo Motos es insondable. Cada día se supera, y mira que es difícil. Desde que estalló la pandemia del coronavirus, el de Antena 3 se ha puesto la bata de epidemiólogo y pontifica sobre la gestión de la enfermedad. Siempre, evidentemente, remando a favor de sus compis del trifachito, faltaría más. 'El Hormiguero', un programa que presuntamente quiere entretener y divertir, es el altar del 'cuñadismo patrio'. El resumen es sencillo: todo lo sabe, los suyos lo harían mejor, el resto no tiene ni idea. Desgraciadamente para su objetivo sabiondo "de mercadillo", sus palabras chocan frontalmente con sus actos. La visita del actor Luis Tosar va directa al top 5 de la incoherencia y la hipocresía: un capítulo que arranca con el enésimo ataque al gobierno: "lo hace mal porque hacen falta medidas, está muriendo mucha gente, Pedro Sánchez no hace nada" y blablabla. ¿Qué hizo minutos más tarde? Llenar hasta los topes el plató con 40 personas o más (sin contar al público): toda una orquesta embutida en pocos metros cuadrados, con las distancias de seguridad sólo en la imaginación del valenciano.
Motos invitó a la Film Symphony Orchestra para jugar con el actor a eso de adivinar bandas sonoras famosas. Muy bien, muy original, fantástico. También temerario (una vez más) y un ejemplo pésimo emitido en prime time, por no hablar del disparate de hacerlo justo después de su enésima filípica. La excusa, la más manida: todos tenían PCRs negativas, aquí cuidamos a la gente, etcétera. No cuela: tendría que ser el primero en hacer las cosas bien como presentador de éxito, cosa que ya ha demostrado que es imposible. La cuestión es que le vuelven a silbar los oídos y acabará lloriqueando y clamando que no entiende por qué lo critican. Pobre Pablo, el incomprendido. Criaturita.
Cualquier día le vemos lamiendo el suelo del plató y llorando porque se ha infectado con la covid. La culpa, ya lo saben, será de otros. Él es un santo.