El valenciano Pablo Motos es, seguramente, uno de los presentadores que puede presumir de una mejor forma física. A sus 55 años, está muy 'cachas', y se entrena cada día con disciplina para estar fuerte y lucir músculos. Otra historia muy diferente es su aspecto, especialmente la cara. En 'El Hormiguero', como es natural, va maquillado "como una puerta", peinado y 'maqueado' para ofrecer la mejor imagen a los espectadores. Cuando las luces se apagan y Motos vuelve a ser "terrenal", la cosa cambia radicalmente. Lo hemos podido captar en diferentes ocasiones, especialmente durante el último año, en el que ha sufrido más de un susto médico y ha tenido que pasar por quirófano. Tampoco mejora demasiado cuando comparte vídeos haciendo deporte y machacándose, con un color de piel muy peculiar. Una situación que, con el paso del tiempo, se hace más palpable.

Pablo Motos haciendo yoga / @pablomotos

Pablo Motos sin maquillaje sale del hospital / @pablomotos

La última muestra la hemos encontrado en su cuenta en Instagram, mientras disfrutaba de un festín en el lujoso Hotel Ritz de Madrid, propiedad de la cadena Mandarin Oriental. El restaurante tiene el sello personal del chef Quique Dacosta: un maestro de la gastronomía que deslumbró al sector desde Dénia, Alicante. El equipo del establecimiento, sabiendo de la presencia del presentador, le quiso hacer un regalo único: una tarjeta de chocolate donde se podía leer "dígame usted que es lo que quiero", la frase que utilizan durante el concurso tradicional de 'El Hormiguero', y que le ha provocado más de un mal de cabeza a Pablo. Motos mordía la comida con ganas, pero muchos no se fijaban en lo que se estaba tragando, si no en su cara. Por decirlo finamente, se ve 'trabajado', para no decir agotado y quemado. Parte de sus seguidores han aprovechado la ocasión para recomendarle descanso y cuidar más su cutis, impactados con la escena. Es esta.

Pablo Motos no tiene buena cara / @pablomotos

Motos triunfa en la tele (a pesar de ser como es) y en el gimnasio, pero no puede decir lo mismo de los salones de belleza. Los y las esteticistas se pondrían las botas.