Pablo Urdangarin es de lo más potable del universo borbónico. Atleta, guapete, discreto. Trabajador. Y amable, que no se olvide. Es importante este dato, especialmente por lo que respecta a su relación con la prensa y el mundo del cotilleo. Es un royal, los privilegios hay que pagarlos. No se ahorrará los micrófonos y las cámaras allí donde vaya, al menos mientras el culebrón del divorcio de sus padres, Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin, no se resuelva. E incluso así nadie garantiza que lo dejen en paz. Quizás pensaba que con su marcha del F.C.Barcelona y la incorporación al Fraikin Granollers la presión mediática bajaría. Pero no: lo único que parece haber cambiado es que ahora le envían informadores más limitados.
Ser reportero de agencia tiene su secreto. Es un trabajo ingrato, muchas horas haciendo guardia esperando la imagen o el corte de voz que te salve el día. En este último caso, el de las declaraciones, la cosa es muy delicada. O entras bien y tienes maña, o lo más posible es que la pifies. Que el entrevistado se enfade y calle. Ahora, también puede pasar el efecto contrario: generar enfado y recoger frutos. Como por ejemplo, que el siempre correcto Pablito acabe hasta el moño de ti y te mande a paseo. Educado, sin gritos, pero chuleta. Y es lo que nos ocupa en estas líneas.
Pablo Urdangarin, harto de un periodista, estalla
Pablo está disputando partidos de pretemporada con su nuevo club, y por lo visto se está adaptando muy bien a la dinámica del equipo. Lo demostró durante el amistoso contra el Cherbourg francés, al que derrotaron por 36 en 29. Se le ve contento, implicado, concentrado. Tiene 22 años y sabe que, si no revienta ahora, su carrera estará en peligro. Cuando menos la que pensaba que sería su carrera, intentando emular la leyenda de su padre Iñaki. Pues bien, acabado el match, un periodista persigue al royal mientras se dirige a su coche. La cara del jugador pasa de relajación a incomodidad. Y con las preguntas tan elaboradas del redactor, no mejora. Un festival de obviedades donde hay perlas como "bueno, lo importante es participar, ¿no?" Este es el nivel. Urdangarin, sin ganas de vivir, le responde a todo que sí, que muy bien, que muy contento, "eso es, a pasárselo bien". Deja, sin embargo, de ser divertido cuando oye la auténtica pregunta que quería el reportero: qué pasa con su padre. Al lío.
Pablo desmiente un rumor que afecta a la relación con su padre Iñaki
Por ponerlos en situación, ha circulado un rumor sobre una presunta petición de Pablo a Iñaki para que no fuera a verlo jugar con su nuevo equipo en Granollers. Un hecho que el hijo desmiente con rotundidad. La falta de vigor que exhibía durante "la entrevista" se gira como una tortilla. Lo encontramos gallito, sobrado, se lo quita de encima. No le deja ni acabar de preguntar "sabes si algún día vendrá tuuuuu..." cuando le espeta: "No tengo ni idea. No tengo ni idea". El periodista se la juega, "dijiste que no querías". Réplica: "Yo nunca he dicho que no quería. Nunca lo he dicho". El otro insiste: "Bueno, querrás que venga a verte..." El final, apoteósico: "Ya veremos". Con la cara no paga. Con la cara mata.
Pablo Urdangarín muestra su lado más desinhibido y divertido con sus nuevos compañeros. ¡Ya es uno más! https://t.co/gkFLjr2KjY
— CHANCE (@CHANCE_es) Augusto 24, 2023
Pablito saca las garras. Primer aviso.