Cuando Pedro Sánchez fue a casa de Bertín Osborne a En tu casa o en la mía (TVE) le confesó que de joven había sido "un poco bala". Traducido: donde ponía el ojo ponía el escaño. Eso se acabó el día que conoció a quien se convertiría después en su mujer, Begoña Gómez. Estaban los dos en una fiesta y tuvieron un flechazo sólo verse. Los dos iban vestidos, curiosamente, de rojo PSOE.

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Después de unas cuantas citas, el bala pasó a ser un cachorro, rendido a los encantos de su nueva -y definitiva- pareja. Y decidió que dejarían de hacer encuentros esporádicos para pasar a convivir juntos. "Oye, creo que voy a empezar a dejar aquí mi cepillo de dientes", le dijo Sánchez a Gómez, al ver que su pisito que tenía montado en el barrio madrileño de La Latina era lo bastante grande para los dos. Ahora, Pedro Sánchez y Begoña Gómez han empezado a dejar el cepillo de dientes en la Moncloa. Aunque ella era reticente, en un principio, a dejar la casa a la que se trasladaron, a Pozuelo de Alarcón.

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Por cierto, con la pareja y las dos hijas, también se ha instalado en Moncloa Turca, la perrita blanca y negra que el año pasado les robó el corazón y el sofá.

Curiosamente, la mascota de Rajoy también es un perro con estos colores, Rico.

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Quizás no es la única cosa en común que tengan los dos últimos inquilinos de la Moncloa. ¿Sin embargo, qué se ha encontrado el matrimonio al llegar a su nuevo hogar? Como ironizó Buenafuente, Sánchez todavía no sabe dónde está todo, ni donde sentarse. Y puso de ejemplo la visita del presidente de Ucrania a España: "Poroshenko flipó: vió a un tío que no era Mariano que le dijo: 'Vamos a sentarnos aquí', y una ayudante le dijo a Sánchez: 'No, aquí no, presidente, que no es para sentarse'. Ah, bueno, vale". Los nuevos inquilinos de la Moncloa, suponemos, querrán hacerse suyo el nuevo nidito de amor. Quizás cambian la cama de posición, por aquello de los chakras. Además, debe hacer yuyu estar en la cama sabiendo que antes veían lo mismo que tú Rajoy o Aznar.

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Veremos qué mobiliario utiliza la pareja y si hacen muchos cambios en la distribución. Lo que seguro de que no se esperaban Sánchez y Gómez era encontrarse lo que se han encontrado cuando han llegado a la Moncloa. Según Lecturas, cada ex presidente ha tenido sus manías y ha querido atrezzar el hogar presidencial a su antojo. Por ejemplo, José María Aznar se hizo construir una sala gigante de juegos para sus tres hijos y -cómo no- una pista de pádel para fibrar-se y lucir tableta de chocolate. No se entiende, sin embargo, cómo lo consiguió, dado que uno de sus caprichos habituales en Moncloa era pedir helado de café para merendar y después de cenar.

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Mucho más aburrido era el menú que se comía cuando quien vivía allí era el matrimonio José Luis Rodríguez Zapatero - Sonsoles Espinosa. Aparte de un mobiliario moderno y minimalista, ella, estricta con las comidas, siempre quería verduras y ensaladas en los menús. De hecho, explican que una vez que ella no estaba, ZP pidió al servicio potaje y rabo de toro. Quizás se le quedó la ceja así después de aquel día de felicidad máxima.

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El más "exigente" con las peticiones fue Felipe González, que en los años 80 -y ahora también- se creía en posesión del bien y el mal para pedir lo que le pasara por la cabeza sin que nadie le tosiera. Hizo construir un búnker subterráneo de más de 1.000 metros cuadrados, repartidos en tres plantas. Tiene cine, un hospital con quirófano... y un cementerio. Quizás allí quiere enterrar su futuro político. Para darle un toque de humor, también construyó una bodeguita andaluza donde celebraba fiestas con Carmen Romero y amigos.

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Su predecesor en el cargo, Adolfo Suárez, era muy fiel a desayunar churros y porras los fines de semana. Por eso, se hicieron instalar una churrería en Moncloa. Después, si a la hora de comer había cocido, el presidente pedía para cenar que le pasaran por la sartén los garbanzos que habían sobrado. Todo muy suave.

Churrerías, cementerios, cines, hospitales, bodeguites, salas de juego, pistas de pádel... Más que la Moncloa parece Marina d'Or, Ciudad de Vacaciones. No nos extraña que Pedro Sánchez no quiera convocar elecciones pronto y prefiera permanecer cuánto más tiempo, mejor, en la Moncloa.