La final de la Champions League negó una nueva noche de gloria a Pep Guardiola. El técnico catalán del Manchester City no encontró la fórmula del gol y el equipo cayó en Oporto frente al Chelsea. Un porrazo en una temporada que podía ser histórica: la primera copa de Europa del club 'citizen', que aspiraba al triplete, y la cuarta de su palmarés personal. Ahora bien, gane o no gane, Pep es único, genuino, un ídolo. Y lo que hizo al acabar el partido a pesar de la frustración de la derrota no hace más que agrandar su leyenda. Otros no lo harían. Tampoco los favoritos de los detractores del de Santpedor, con Susanna Guasch al frente.
Cuando el árbitro Mateu Lahoz pitó el final del tiempo reglamentario, lo primero que hizo el entrenador fue consolar a sus jugadores sobre el césped. Es natural: el equipo es una piña y el mister su líder, cuando toca fumar habanos, sí, pero también cuando toca llorar. Él también estaba tocado y deshecho, pero lo escondía para levantar la moral de los suyos. Pero lo que realmente define al catalán es una imagen, captada durante la ceremonia de entrega de premios de la competición. Un trance que, para los perdedores, acostumbra a ser difícil de digerir. La UEFA impone medallas de reconocimiento y recuerdo al subcampeón, y a menudo vemos las mismas escenas: aquel colgante quema, nadie lo quiere llevar en su cuello. Nadie menos Guardiola. Él está orgulloso. Y lo demostró, dando un beso al galardón que no se ha visto en el mundo del fútbol. La reacción al espíritu de competición y deportividad de Pep hizo aplaudir a miles de espectadores, que lo elogian. Por ejemplo, el presentador de TVE (ahora en el canal 24Hores) Xabier Fortes: el gallego es muy culé, pero sobre todo un hombre que entiende de respeto y valores. Este es su tuit, y algunas de las respuestas (entre las que está la del periodista y escritor Juan Cruz).
"Grande", dice Fortes de Guardiola. Quizás se quede corto: es enorme. En la victoria y la derrota. Siempre en su equipo.