Es tan triste como imposible de erradicar. En plena sexta ola del coronavirus, con los contagios disparados como nunca desde que empezara la pandemia, y sabiendo de los peligros de esta enfermedad que ha matado a tantos todavía tenemos que escuchar los discursos negacionistas y antivacunas de iluminados que se informan por páginas web ignotas o por otros medios de supuesta información. Aquí el rey, en cuestiones de popularidad, es el cantante Miguel Bosé, que se ha convertido en una caricatura de aquel artista concienciado en la lucha contra el SIDA y la investigación de una vacuna que detuviera su propagación. Después tenemos a otros miembros ilustres como Paz Padilla, la que decía que "las vacunas no sirven para nada", aparte de dar una lección magistral en la que pronuncia cosas como "Oritrón", "proteína spider" o "el virús de Luján". El caso de la presentadora andaluza es más freak que el de Bosé, porque a Padilla lo que le pasa es que ni presta atención cuando le hablan, y todavía más preocupante, que piensa antes de hablar. Así le van las cosas, claro.
La cuestión es que ni el sabelotodo Miguel ni la incontinente verbal Padilla tienen razón. Las vacunas son necesarias. Y hoy en día son la única herramienta para evitar muertos, casos graves y colapso hospitalario. En un mundo normal y después de la experiencia acumulada, ni habría que poner de nuevo sobre la mesa el argumentario de esta panda. Pero como no es así hay que recordarlo cada minuto, cada segundo, a cada contagio. Hoy están de suerte, porque la gran escritora, periodista y cronista catalana Pilar Eyre les ha hecho un regalo de Reyes con un par de días de retraso. Ha firmado un hilo en Twitter emocionante y tan necesario que deberían llevarlo a todas partes y leerlo y releerlo hasta que les quede bien claro.
Eyre ha pasado parte las fiestas de Navidad aislada después de haberse contagiado, como miles y miles de personas cada día. En su caso, que había conseguido esquivar la covid, la noticia la dejó preocupada, pero serena al mismo tiempo. Tenía las 3 dosis en su organismo, una medida que reducía drásticamente las posibilidades de acabar en una UCI. Han pasado los días y ya está prácticamente recuperada, cosa que nos hace muy felices a todos los que la respetamos, admiramos y estimamos. Y de su experiencia ha extraído una serie de reflexiones y vivencias que vale la pena repasar. Empieza, evidentemente, por cómo se contagió: "Tengo las tres vacunas además de la de la gripe y la neumonía. Por eso, cuando empezaron los síntomas, muy leves, no pensé que me hubiera contagiado. Estornudos ("alergia"), mareos ("tensión baja"), cansancio ("la presión de acabar el libro y mi columna semanal en Lecturas) me vine a mi casa de fuera para coger fuerzas para un 2022 muy exigente". Sin embargo, decidió hacerse pruebas caseras para estar segura: "Tenía unos tests de antígenos y decidi hacerme uno más que nada como experimento... mi sorpresa fue que diera positivo... lo repetí y también. Llamé al 061, me dijeron que empezara la cuarentena y que me pusiera contacto cono mi Cap. Me fue imposible, colapsado". Una historia que muchos han sufrido en sus carnes.
Ante la imposibilidad de contactar con los médicos, llamó a la farmacia, donde la ayudaron e informaron de su positivo. Afortunadamente, "mis familiares cercanos, con los que pasé las fiestas, no se contagiaron. Los síntomas han ido desapareciendo, así como mi olfato. Mañana acabo y me haré un test". Y aquí llega el punto culminante, conmovedor y emocionante. Apunta, Miguel, Paz: "Muchos dirán que las vacunas no sirven de nada, pero yo creo que les debo la vida. Mi punto débil son mis pulmones y por eso he podido pasar el covid tan solo con síntomas leves y no con una neumonía que seguramente me hubiera llevado a la tumba". Más clara, el agua.
Eyre se despide dando las gracias a científicos y sanitarios, la primera línea de batalla contra la enfermedad. También al destino "que me ha hecho nacer en el siglo XXI". Es muy grande. Irrepetible. Pilar es única.