Pedro Sánchez ha dado un giro timón notable durante este fin de semana. Pocos se esperaban que sacudiera de árbol de Moncloa con tanta virulencia: ha caído mucha fruta madura , pero también ramas que parecían intocables. La remodelación del gabinete ha dejado fuera a tótems como Carmen Calvo o José Luis Ábalos, además de cargarse a su asesor personal, Iván Redondo, un mercenario que ya había pasado por el PP y que ha sido fundamental para la resurrección de Sánchez. Las bajas son importantes, como también lo son las incorporaciones o los juegos de sillas. La apuesta es clara: todo al PSOE. El partido sale reforzado con la llegada de Óscar Sánchez, el hombre-partido por antonomasia, un personaje que ha callado las voces nerviosas y confrontadas en la calle de Ferraz.

Es la visión particular de Pilar Rahola, que no ha perdido detalle del baile del ejecutivo como buena analista de la actualidad. Su primera impresión es la del golpe de autoridad para poner en orden su casa. Compara al presidente con todo un emperador: "Aquí mando yo, soy César, César no tiene amigos. Nadie es imprescindible ni intocable". La familia socialista está contenta. Y por partida doble, porque la nómina de Sánchez también incluye un clarísimo mensaje a Catalunya y al independentismo. Y no es nada ni bueno ni esperanzador. No es que esperáramos ningún milagro, pero la realidad siempre supera a la ficción.

Presidente Pedro Sanchez / EFE

El socialismo español y españolista ha ganado la partida. El PSC más fiel a Madrid triunfa, con la decapitación de Miquel Iceta: "De un ministerio de enorme importancia para el líder del PSC, lo sacan y lo ponen en Cultura y Deportes. Una 'maria' porque las competencias están todas repartidas. No lo han quitado porque hubiera sido demasiado gordo, pero lo han apartado". Miquel arrinconado y viendo la eclosión de su gran rival en el partido: el sector del Baix Llobregat de Salvador Illa, a través de la exalcaldesa de Gavà, Raquel Sánchez. Una mujer que tendrá un ministerio inversor, con las infraestructuras. "No es menor. Cuando se sienten en la famosa mesa de diálogo, quien tendrá voz sobre qué infraestructuras vienen o se van, será alguien del PSC más españolista. Illa será tan importante como el presidente de la Generalitat de cara al empresariado catalán".

La cumbre para, supuestamente, resolver el conflicto político con el estado, cada vez tiene peor cara. Y con la llegada de Félix Bolaños, el hombre que el presidente ha colocado allí para controlar la agenda, las perspectivas todavía son más funestas: "el Rubalcaba de la nueva etapa. El hombre-estado. Es evidente que iremos a una mesa donde hablaremos del aeropuerto, de infraestructuras con el PSC poniéndose las medallas, y apartarán cualquier tema que tenga que ver con amnistía, referéndum" o el derecho a la autodeterminación. "El nuevo Gobierno no camina ni un milímetro en favor de estas posiciones, difuminando cualquier posibilidad de resolver los grandes temas". Un mensaje muy directo contra las aspiraciones independentistas, vaya. O cómo lo remata la escritora en este 'Palabra de Rahola' tan esclarecedor: "Buen gobierno para Pedro Sánchez, mal gobierno para Catalunya"