El fin de semana ha sido intenso, divertido y provechoso para Pilar Rahola. Ha podido disfrutar del entorno maravilloso del Empordà y de su casa de veraneo, recibiendo la visita de tres amigos muy especiales: el diputado de Bildu Jon Iñárritu y la pareja de periodistas, activistas y políticos formada por Albano-Dante Fachín y Marta Sibina. Un encuentro que acabó con el de Leioa y el argentino bañándose en la piscina de la escritora, inmortalizada en una foto para enmarcar. Era el paso previo de la gran cita de la paella presidencial con Carles Puigdemont, Toni Comín, Lluís Puig, etcétera. Una tradición, la del arroz en casa de Rahola, que se celebra desde hace una década y que ni siquiera la represión y el exilio ha podido parar.
Todo lo bueno, desgraciadamente, siempre se acaba, y ya tenemos a Pilar en las instalaciones de Mediaset en Madrid, donde ha participado en el 'Todo es mentira' de Risto Mejide. Durante el traslado a la capital de España habrá tenido tiempo para digerir y asimilar todas las sensaciones acumuladas durante las últimas horas. Una de ellas bastante molesta: los ataques de los 'haters' contra su amistad con Fachín e Iñárritu. Un acoso que ha hecho que rompa una norma no escrita, la de no dar cuartelillo a los odiadores de la red. Ha dicho basta en un nuevo 'Palabra de Rahola' implacable.
Pilar ha identificado rápidamente la procedencia de los ataques: no vienen de la caverna facha, sino de sectores de la izquierda catalana y española: "los mundos Colau y Podemos se han puesto histéricos. ¡¡¡Rahola con Albano!!! A partir de aquí empiezan a estipular la maldad de que seamos amigos". Tres personas de ideologías diferentes, discrepantes en algunos puntos fundamentales, pero que no impiden las relaciones humanas, el debate sano y las complicidades. "Hemos tejido una conexión humana. Que eso moleste y que lo hagan desde una posición de izquierdas explica hasta qué punto estamos enfermos. Tendríamos que estar encantados de que gente diferente que discrepa, y que incluso se han peleado en el pasado, puedan tener comunicación en una lucha común".
Según la escritora, este grupo es adicta a la elaboración de listas negras: "deciden quién puede estar y quién no puede estar en un lugar, quién puede tener opinión y quién no, quién puede estar en una tele o un diario. Incluso se alegran si te echan. Quieren imponer el pensamiento único". Y otra característica enfermiza: meterse en las relaciones humanas. A todos estos exaltados, groseros y reaccionarios camuflados de progresía les dirige un mensaje clarísimo: "¿Pero qué se han creído? Os lo digo a todos vosotros, 'haters de pacotilla': quién sois vosotros para decir quién puede ser amigo de quién?". Tras alabar la figura de sus dos amigos llega la sentencia definitiva: "¡Viva la amistad! ¿Todo esto molesta? A tomar viento, enfermos. Me dais mucha pena. Decís que sois de izquierdas, pero odiáis la libertad; decís que sois progresistas, pero odiáis la tolerancia; decís que queréis cambiar el mundo, pero a peor". Por si no se entiende: "nos lo pasamos muy bien. Si a alguien le pica, que se rasque". Desde de aquí se oyen las garras rascando los cuerpos de estos parroquianos. No hay suficiente pomada en el mundo para aliviar tanto escozor.