La jornada final de la reunión del Cercle d'Economia ha tenido una traca final a la altura. El españolismo se ha visto representado cada día por sus máximos líderes: primero, el rey Felipe, siempre tan "amigo" de Catalunya. Después, un perdidísimo Pablo Casado y su reflexión de feria sobre la catalanidad. Y por último, Pedro Sánchez, presidente del gobierno más progresista de la historia y aspirante a reemplazar a Santa Teresa de Jesús con sus indultos a los presos políticos independentistas. El inquilino de La Moncloa ha ofrecido una masterclass de cinismo, explicándonos que tenemos que ser buenos muchachos, que el odio no lleva a ningún sitio, que el frentismo es contraproducente, etcétera. "¿De qué caray nos habla?", se pregunta Pilar Rahola, que no ha perdido detalle de las intervenciones en el hotel W del litoral barcelonés. "Usted dio apoyo al 155, a la violencia policial, al discurso vergonzante del rey, validó sentencias contra nuestros líderes. ¿Y nos habla de odio?"?. Su indignación queda reflejada en un nuevo 'Palabra de Rahola' que sirve de epitafio de la cumbre.

Pedro Sánchez en la reunión del Cercle d'Economia / Sergi Alcàzar

Mientras Sánchez nos habla "de la bondad y del amor", la represión no sólo no se detiene: se intensifica. Una de las últimas muestras, la condena brutal a un activista por participar en una manifestación contra un sindicato policial ultra. Pero reprimir no es sólo encerrar, arruinar o perseguir: también lo es "vendernos que todo irá bien". Una estafa democrática que tendrá continuidad de aquí a unos días, en el acto pro-indultos organizado por el presidente socialista en el Gran Teatro del Liceu. Pilar le reta: "Señor Sánchez, ¿por qué no lo hace en el Teatro Real? En Madrid les hace falta mucho más, lo tendría que explicar en España. Y que diga que es una barbaridad la represión, que no está de acuerdo con que estén en la cárcel ni que se resuelva un tema político de la manera más brutal. Que diga que lo que queremos los catalanes es la amnistía y la autodeterminación". No, evidentemente no pasará. La consigna es clara: "primero nos zurran, y después nos quieren. Qué puñetera vergüenza. Espero que no seamos tan insensibles".