Por favor, que alguien le coja los móviles, las cámaras de fotos y las cámaras de vídeo a Pipi Estrada. El experiodista deportivo (y ahora no se sabe exactamente qué), cada vez que tiene cerca uno de estos aparatos, perpetra grabaciones inclasificables. Hace un tiempo, haciendo poesía de la buena dedicada a una amante. Diálogos de peli porno barata con un nivel de grosería top: ""Quiero que notes cómo te la meto. Notas cómo entra hasta el fondo. Como te chupo las tetas. Como te como la boca. Te cojo a cuatro patitas y te la meto hasta el fondo. Has visto qué polla tan dura. Oh, qué rico. Toma más. Quieres la leche, córrete a gusto. Luego te bebes... y te la meto por el cu...".
Ahora, Pipi ha aparcado su versión cerda para enarbolar la bandera del ñoñismo gore. Un vídeo donde se despide de su gato muerto, "mi Trapito", llorando a moco tendido y acariciando el cadáver del animal, estirado allí al lado. Muy creepy todo. Porque lo que en una película de Disney sería un momento lacrimógeno de kleenex, con Pipi Estrada como protagonista se convierte en una película de terror. Un vídeo inclasificable donde narra que la pobre bestia ha dejado de tener más vidas que un gato: "Ha llegado el final. No sé qué ha pasado, pero de repente, se cayó a la terraza de abajo y no lo ha podido superar". Difícilmente Pipi superará la muerte de su gato. Y difícilmente la red se recuperará después de haber visto el vídeo.
Presten atención al final: surrealismo trash del bueno. Dice Pipi: "Las mascotas son lo mejor que tenemos en esta vida", una especie de epílogo casposo. Y cuando se acerca a cámara, se oye una voz de quien graba, quizás el veterinario, lamentando: "No lo había cortao", mientras Pipi le pregunta: "¿Qué? ¿Está vivo?". IN-SU-PE-RA-BLE:
Lamentamos la muerte del animal. Y lamentamos que mientras estaba vivo, tuviera que aguantar a alguien como Pipi Estrada.