El 'Bricoheroes' de Jair Dominguez y Peyu está viviendo una época convulsa. Los problemas con TV3 han empañado la trayectoria de un espacio irreverente, rompedor y desternillante. El historial tiene dos momentos claves: cuando lo retiraron de la parrilla veraniega de la tele pública después de que el CAC viera publicidad encubierta en sus capítulos, una decisión tomada en medio de una ofensiva del españolismo contra el formato; y otro por el gag sexual sobre Letizia Ortiz y la princesa Leonor, y que obligó a cortar su contenido y provocó un encontronazo mayúsculo con el director de la cadena, Vicent Sanchis. Ahora bien, lo que no ha cambiado es una obviedad: el programa engancha por original, por divertido, por fresco y desacomplejado. La tercera temporada lo demuestra con creces.
El último capítulo de las peripecias de la pareja cómica es absolutamente maravilloso, especialmente por la participación de un personaje fuera de serie en todos los sentidos: escritor, guionista, periodista, tuitero y poseedor de un sentido del humor sensacional. Hablamos de Quim Monzó, seguidor del programa hasta tal punto que se ha convertido en el primer cliente de Peyu y Jair. Llamó a la oficina con un encargo que parecía sencillo: que le construyeran una estantería para almacenar libros. Qué había de ser, ¿no?
El equipo de bricolaje más simpático de la televisión se presenta en el domicilio de Monzó en el Eixample barcelonés. Joaquim los espera sin dejar de hacer su trabajo, es decir, leer, escribir y reflexionar sobre el mundo que le rodea. Ahora bien, con estos invitados / operarios en casa, de tranquilidad, nada. Son un terremoto y hay que vigilárlos de cerca. Las caras del cliente son una maravilla televisiva, los diálogos, los chistes. Cada minuto es oro. La estantería quizás no tanto, pero vaya, que es una excusa como cualquier otra, aunque sirva para guardar los tesoros más preciados de Quim.
Algunos ejemplos para demostrar que este no es un capítulo más de la series de 'Bricoheroes', sino seguramente el episodio mejor parido de todos. El recibimiento de Monzó a Jair y a Peyu, prohibiéndoles tocar nada de la casa. O la discusión sobre una botella de agua y si estaba o no 'mamada' por el escritor. O para acabar, ver a Quim haciéndoles 'el lío' cuándo tocaba pagar. Había tanta química y buen rollo que las carcajadas entre los tres no se podían esconder. No se lo pierdan.
Hará ruido, a veces quizás demasiado estridente. Pero que no se acabe nunca: es televisión en estado puro.