Ya saben, y si no es así aprovechamos la ocasión para recordarlo, que en el barrio hay de todo. El tejido comercial de toda la vida, aunque esquilmado por grandes cadenas, franquicias e imperios diversos, resiste como buenamente puede. Perderlo no sería solo una desgracia para los millares de familias que dependen de estos negocios: también sería una debacle de patrimonio humano, inmaterial, cultural y sociológico. Y en este sentido tenemos que hacer una distinción con un tipo muy concreto de locales: los bares.

“Bares, qué lugares," cantaban los Gabinete Caligari de la "movida madrileña" en 1986. No podemos estar más de acuerdo: lo que no pase en torno a una barra es que no se ha inventado. El acto del avituallamiento, por decirlo de alguna manera, es un escenario perfecto para la mezcla de personas, cerebros y sensibilidades muy heterogéneas. Sin ir más lejos, puede estar el albañil que hace un paréntesis para seguir en la obra, la madre que toma un café después de dejar a los niños, jubilados jugando al dominó, estudiantes haciendo novillos e incluso un escritor brillante observando el paisaje mientras procede con su desayuno, como Quim Monzó. En el bar también hay de todo, ni más ni menos.

Un bar de Barcelona / La Gourmeteria

En el bar que acaba de visitar Quim tenían el televisor encendido con el canal 324 sintonizado. Hay esperanza. Los trabajadores del local le hacían caso y todo, siguiendo con interés la rueda informativa. Una temática ha llamado su atención, una noticia sobre el aranés. El tercer idioma oficial de Catalunya, cosa que a menudo se olvida cuándo se habla de la singularidad lingüística del país. Pero claro, si España desprecia sistemáticamente el catalán, hablado por 10 millones de personas en diferentes territorios, ¿qué no harán con el aranés? Muchos ciudadanos viven de espalda a esta realidad, a pesar de ser profundamente injusto e irrespetuoso. En todo caso, no es este el debate ni el objeto que nos ha fascinado. Sí en cambio la conversación captada por Monzó y retransmitida para el gozo de sus seguidores y lectores en redes. Como mínimo, resulta sintomática. “En la tele del bar tienen puesto el 3/24 Comarques. Dice la camarera: —Pues no había oído yo nunca el arameo. Le dice al dueño: -Arameo, no. Aranés”.

Quim Monzó / TV3

Arameo y aranés. Tan lejos y tan cerca. Un chiste de la vida real que resulta prácticamente insuperable. De dimensiones bíblicas, para ser exactos. Las reacciones a la anécdota explicada por Monzó son de hilaridad. Gracias, maestro, por ilustrarnos la cotidianidad de esta manera tan sencilla y natural, pero irrepetible al mismo tiempo.