Misión cumplida: los paracaidistas con toga del Supremo han vuelto a intervenir Catalunya, derrocando al legítimo President de la Generalitat por haber colgado una pancarta en el balcón del Palau de la Plaça de Sant Jaume. El comando judicial se cobra una víctima más: Joaquim Torra. Buena parte del país está indignadísima, y con razón. Otros, o se lo miran desde la barrera de la equidistancia, o aplauden con las orejas, o hacen lo único que han demostrado saber hacer: incendiarlo todo todavía más. Por ejemplo, Manuel Valls, concejal pirómano por la gracia de Colau.
El francés sólo sabe hacer dos cosas: fastidiar a Catalunya y huir a Menorca a pegarse la gran vida. También le gusta mucho ir al Camp Nou. De una forma o de otra, siempre gratis. Una mosca molesta y gorrona que extiende la crispación en el estadio, por mucho que el coronavirus haya dejado vacías las graderías. Lo ha vuelto a hacer, reaccionando de forma penosa e iletrada a una de las pocas acciones dignas de la junta del Barça de Bartomeu: rechazar la inhabilitación del MHP Quim Torra. Su texto "bilingüe" es patético en el fondo y la forma. Parece que necesita clases particulares de lengua. En ambos idiomas. La red siempre está allí para ayudar, y el gran escritor Quim Monzó, maestro de la palabra, la ortografía y la sintaxis, le ha ofrecido una lección magistral que tiene aroma a galleta. La podrá utilizar en las "senas de picoteo".
Esta es la gran esperanza del españolismo en Catalunya. Torpe, oportunista, incendiario. Normal que no lo quieran ni aquí, ni allí, ni en su país de origen.